Ya lo dicen los
sabios: hay que disfrutar del camino. Los estereotipos solo confunden
Si pensamos en encuentros de película,
casi nadie dará la talla y aumentarán las frustaciones
Woody Allen plasmó a la perfección las diferentes ópticas sobre la
frecuencia de las relaciones sexuales en una escena de Annie Hall. El terapeuta
de Allen le pregunta con qué frecuencia tiene relaciones: “Casi nunca, tal vez
tres veces a la semana”, y Diane Keaton contesta a su propio terapeuta:
“Constantemente, yo diría que tres veces a la semana”.
Él la empuja con decisión instintiva al interior del apartamento. Ella se
abalanza sobre él. Mientras lo devora a besos, se desprende salvajemente de su
vestido. La pasión interior escala al mismo ritmo dentro de los dos y al mismo
que la música de fondo (siempre hay música en estos casos). Se desploman
exhaustos después de alcanzar el cielo en el mismo instante. Después de todos
estos fuegos orgánico-artificiales, el rímel de ella sigue intacto en sus
pestañas. Este es un caso inspirado en las miles de películas que han
programado las expectativas sexuales de la humanidad.
En estas escenas, que ya habitan en nuestro inconsciente colectivo,
dentro del frenesí animal, no se comete ninguna torpeza. Los protagonistas
parecen estar muy seguros de sí mismos y sin ningún tipo de vergüenza sobre su
cuerpo. Y, por descontado, siempre alcanzan el clímax ¡y al mismo tiempo! Vamos
a ver, el sexo de película solo está en las películas.
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