viernes, 22 de abril de 2005

Franco. El gran manipulador (II)


Franco y Millán Astray en el acto fundacional de la Legión. La actitud soberbia y desafiante de los dos compañeros de armas inuguraba la leyenda del dictador.

Después de que Franco ascendiera a general de brigada, en febrero de 1926, dejó de ser centro de tanta atención periodística. No obstante, su nombramiento como director de la Academia General Militar de Zaragoza, en 1928, le transformó en una figura pública de cierta importancia. A finales de mayo de 1928, la revista Estampa, predecesora de ¡Hola!, entrevistó a Carmen Polo y su marido. Al preguntarle si estaba satisfecho de ser lo que era, Franco replicó, en tono sentencioso: “ Estoy satisfecho de servir a mi patria al máximo”. Al preguntarle cuáles eran los tres mejores momentos de su vida, Franco respondió; “ El día que desembarcó el Ejército español en Alhucemas, el instante de leer que Ramón había llegado a Pernambuco y la semana que nos casamos”. El hecho de que el nacimiento de su hija Carmen no figurase en la lista indica que estaba más ansioso por proyectar una imagen de patriotismo libre de emociones poco viriles. Luego le preguntaban cuál era su mayir ambición, y él revelaba que era “ que España vuelva a ser todo lo grande que fue antaño”. Al inquirir si era un hombre político, Franco replicaba con firmeza: “” Soy militar”, y declaraba que su deseo más ferviente era “ pasar en todo momento desapercibido. Yo agradezco mucho ciertas manifestaciones, pero puede imaginarse lo molesto que resulta al cabo sentirse frecuentemente contemplado y comentado”.

Con la llegada de la República, el uso de la prensa por parte de Franco se hizo mucho más defensivo. El 18 de abril de 1931, Abc publicó una carta cuyo texto le había preparado su cuñado, Ramón Serrano Suñer. Habían corrido rumores de que quizá le hicieran alto comisario de Marruecos, uno de los puestos más deseables del Ejército. En la carta, él negaba que le hubieran hecho una oferta de ese tipo, para distanciarse del nuevo Gobierno republicano, y decía que “ni el Gobierno provisional ha podido pensar en ello, ni yo había de aceptar ningún puesto renunciable que pudiera por alguien interpretarse como complacencia mía anterior con el régimen recién instaurado o como consecuencia de haber podido tener la menor tibieza o reserva en el cumplimiento de mis deberes o en la lealtad que debía y guardé a quienes hasta ayer encarnaron la representación de la nación en el régimen monárquico”.

A partir de entonces, Franco estuvo demasiado ocupado sobreviviendo y, después, conspirando contra la República, para preocuparse por construir una imagen. Sin embargo, cuando comenzó la guerra civil, su sentido instintivo del valor de la prensa volvió a serle útil. No hay duda de que el ascenso de Franco al poder en la zona nacional se basó en sus indiscutibles cualidades y triunfos militares y en su astuto e implacable empeño en ser Generalísimo y posteriormente Caudillo.

Para este último fin, su manipulación de la prensa mundial iba a tener una importancia fundamental. Por su gran reputación de ser uno de los oficiales mejor preparados y más competentes del Ejército español, su decisión de unirse al alzamiento en Marruecos sirvió para levantar la moral de los rebeldes en todas partes. Asimismo, su contagiosa “fe ciega” en la victoria y su capacidad de inventiva ante las dificultades ayudó a los rebeldes a superar los reveses de los primeros días. Franco destapó su ambición cuando, al morir Sanjurjo, dio por sentado que él pasaba a ser el jefe de la rebelión e informó de ello a alemanes e italianos.

La primera gran aportación de Franco a la causa nacional fue su solución al problema de transportar al Ejército de África a la Península, después de que el amotinamiento de la flota dejara el Estrecho en manos de la República. Franco recurrió a la revolucionaria idea de que el Ejército cruzara el Estrecho por aire y rompiendo el bloqueo en el mar. Ante las enérgicas dudas de sus ayudantes, decidió enviar un convoy de tropas por mar desde Ceuta. Fue una de las pocas ocasiones en las que Franco, el planificador precavido y meticuloso, asumió un riesgo lleno de audacia. La prensa internacional y la prensa española nacional recibió comunicados en los que se le calificaba de comandante en jefe de las fuerzas nacionales. Fue un factor esencial a la hora de obtener el apoyo de las potencias del Eje. Y tampoco se olvidó de la influencia que la prensa podía tener en la moral de sus enemigos republicanos. Así quedó claro en una entrevista concedida al periodista norteamericano Jay Allen en Tetuán, el 27 de julio, en la que se le presentaba como “jefe de los facciosos españoles”. Cuando Allen le preguntó:” Ya que el golpe de Estado ha fracasado, ¿ Cuánto tiempo va a durar la masacre?”. Franco contestó, tranquilamente:” No puede haber concesiones ni tregua. Yo continuaré preparando el avance sobre Madrid, avanzaré y tomaré la capital”-gritó- . “ Salvaré España del marxismo al precio que sea”. “ Le pregunté si no se había llegado a un punto muerto. Me miró francamente sorprendido y dijo: “No, no ha habido obstáculos. La deserción de la flota fue un golpe, pero continuaré el avance. Pronto, muy pronto, mis tropas habrán pacificado el país, y todo esto ( el general movió la mano señalando hacia España) pronto parecerá una pesadilla”. “ Mi pregunta: ¿ Eso significa que tendrá usted que fusilar a media España? El general Franco sacudió la cabeza y, sonriendo, dijo: “Repito, cueste lo que cueste”.

Para Franco, la lucha por el poder en el futuro era tan importante como la posible victoria. Tanto Franco como Mola consideraban evidente que, para librar eficazmente la guerra, eran necesarios un solo mando militar global y algún tipo de aparato diplomático y político centralizado. Franco ya había creado un equipo dedicado a ese fin. Además, pronto iba a inclinar la balanza por completo al desviar sus columnas africanas hacia Toledo para liberar el Alcázar sitiado, pese a las repercusiones militares de permitir que Madrid organizara su defensa. Para él era más importante alimentar su posición política mediante una victoria emocional y un gran golpe propagandístico que una rápida derrota de la República. Si Franco hubiera avanzado sobre Madrid inmediatamente, no le habría dado tiempo a consolidar su posición política de manera irrevocable. A petición suya, el 21 de septiembre se celebró, cerca de Salamanca, una reunión de la Junta de Defensa Nacional junto con otros generales nacionales, para resolver la cuestión del mando único.

Escogieron a Franco convencidos, en aquel momento, de que con ellose limitaban a garantizar la unidad de mando necesaria para la victoria y la ponían provisionalmente en sus manos. El general dio un paso más con el golpe propagandístico de la liberación del Alcázar el 27 de septiembre. Dos días después recrearon la operación para la prensa y los noticiarios de todo el mundo, cuya presencia se había prohibido el día de la acción real. Cuando le designaron “Jefe del Estado”, el título completo, Jefe de Gobierno del Estado Español, y la puntualización “ mientras dure la guerra” desaparecieron de los cimunicados de prensa.

La realidad la creó el poder de la prensa, más que el acuerdo entre los generales. Se utilizaron los medios de comunicación para elevar la figura del Caudillo. Su primer jefe de prensa ly propaganda fue el general José Millán Astray, que dirigía la oficina de prensa como si fuera un cuartel militar. Obligaba a los periodistas a alinearse cuando tocaba el silbato y les sometía a arengas disparatadas como las que le habían hecho famoso en la Legión. Se hizo uso de la prensa y los carteles para forjar una aparente similitud entre Franco y el Cid. Colaboradores como Dionisio Ridruejo, Ernesto Jiménez Caballero y Fermín Yzurdiaga ayudaron a crear una iconografía que equiparaba la guerra contra la izquierda y las regiones con la reconquista de España de manos de los moros. También se aprovechó para propósitos nefandos como la falsificación de lo que había ocurrido en realidad en Gernika.

Paul Preston. (Continuará) .

Franco. El gran manipulador(I) y (III)