lunes, 30 de mayo de 2005

LOS ALEMANES VAGOS

Los estereotipos vigentes coinciden en que los alemanes son un pueblo laborioso, formado por adictos el trabajo, adornados de virtudes con el orden, la puntualidad y el cumplimiento del deber. Las estadísticas y la vida cotidiana en la Alemania actual contradicen esta imagen.


Con un ataque de pánico han reaccionado los dueños de las plantaciones de espárragos de la región de Brandeburgo ante las propuestas de algunos políticos y de la Oficina Federal de Empleo de enviar alemanes parados de larga duración a la recogida de la cosecha, en vez de los tradicionales trabajadores temporeros procedentes de Polonia. “ ¡Alemanes no, por favor!”, clamaba ante las cámaras de televisión un propietario de una plantación de espárragos y añadía: “ Los que vinieron la última vez trabajaron un día y se dieron de baja porque les dolía la espalda”.

Según una encuesta de la Asociación de Agricultores, las oficinas de empleo enviaron a la cosecha del espárrago a 3.761 alemanes que buscaban trabajo. Se presentaron 761 a trabajar y, de éstos, sólo un tercio soportó la primera semana. No cabe duda de que los magníficos espárragos de Brandeburgo se pudrirían en la tierra sin los miles de temporeros polacos que por 5,42 euros por hora trabajan en la cosecha.

Las estadísticas de la OCDE sobre el promedio de horas trabajadas al año en 30 países de los más desarrollados otorgan a Alemania la medalla de bronce de los más vagos. Con 1.438 horas, los alemanes son los que menos trabajan, sólo superados a la baja por noruegos y holandeses. Comparadas con las 1.775 horas de media anual de España y sobre la base de una jornada de ocho horas diarias, un alemán medio trabaja casi 40 días menos al año que un español. Mientras tanto, Alemania se ha convertido ya en el farolillo rojo de la UE ampliada a 25 países en la estadística de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), con una economía en la práctica estancada desde hace tres o cuatro años.

Obras eternas

No tiene nada de extraño que en Alemania las obras públicas se conviertan en algo eterno. En la primavera de 1994 llegué a Bonn tras una estancia de nueve años en América Latina. A la entrada de Bad Godesberg estaba en marcha la construcción de un paso subterráneo para evitar que los coches atravesaran esa ciudad que se había convertido ya en un barrio más de Bonn. Cuando a finales de 1997 abandoné Alemania. Las obras del túnel de Bad Godesberg todavía no estaban concluidas. En octubre de 2003, viajé a Munich y traté de tomar un autobús municipal que tardaba en llegar. Un aviso en el poste de la parada advertía: “Queridos usuarios de la línea 89: Por la construcción de un túnel en la calle Richard Strauss pueden producirse desviaciones en las horas anunciadas en el horario de salida. Duración prevista de las obras: hasta octubre de 2009. Les pedimos comprensión”.

¡Seis años para construir un túnel en una calle! En ocho años se construyeron en Madrid 142 kilómetros de líneas de metro. Claro que, en la Alemania actual, a la caída en horas de trabajo hay que añadir las procelosas trabas burocráticas que eternizan las obras. Hace unos meses, el primer ministro de Sajonia, el democristiano Georg Milbradt (CDU), se lamentaba ante un grupo de corresponsales extranjeros de que para sacar adelante los trabajos de una carretera de circunvalación, su gobierno, por exigencia de los ecologistas, tuvo que comprometerse a construir un paso subterráneo para los sapos.
En los debates políticos de la década de l o9s ochenta, el díscolo socialdemócrata Oskar Lafontaine(SPD) acusó al entonces canciller de su propio partido, Helmut Schmidt, de preconizar las llamadas virtudes secundarias: “Schmidt habla de nuevo de sentimiento del deber, fiabilidad, factibilidad y firmeza. Éstas son virtudes secundarias. Para decirlo de una forma más precisa: con ellas se puede también dirigir un campo de concentración”. Una argumentación similar empleaba días atrás un amigo alemán. Ante mis quejas sobre el mal funcionamiento de la Alemania actual, mi amigo replicó: “ No sé por qué los extranjeros os quejáis, en vez de alegraros. Con los alemanes de hoy sería imposible construir de nuevo Auschwitz porque no funcionaría”. No cabe duda de que es un gran consuelo.

José Comas. El País 29-5-05. volver al duende de los extravíos

viernes, 27 de mayo de 2005

El satélite que divisó el ladrillo

cuadro de GARCIA I MIRO, TOXOS
Xerardo Estévez es arquitecto.
EL PAÍS - Opinión - 13-04-2005

Ahora, y no antes, cuando audaces promotores de ladrillo, propietarios de suelo y administraciones liberalizadoras se concertaron para hacer realidad la canción "viviendo en mi casita de papel".


Ahora que un satélite del Instituto Geográfico Nacional observó desde las alturas el hormigonado de buena parte de la costa y el entorno de las ciudades, suenan las alarmas ante el estropicio ocasionado en nuestra geografía en los últimos años. En sólo una década, el suelo urbanizado ha aumentado en un 25 por ciento, y en algunas comunidades llega al 50 por ciento; un tercio de la costa mediterránea está cementado, datos éstos que contrastan con un crecimiento de la población cuatro veces inferior al de la superficie edificada. Ahora suenan las alarmas, y no antes, cuando se podían haber armonizado economía y urbanismo; lo imposible es hacerlo con el velocímetro a más de setecientas mil viviendas por año, que ha convertido a España en el país de Jauja del alojamiento. A título de referencia, cabe mencionar que si hace dos años el número de viviendas construidas en España superó al total de Francia y Alemania, que nos duplicaban en población, hoy ya pasamos a Francia, Alemania e Italia juntas. Así hemos llegado a disponer de un parque de viviendas desocupadas de en torno a tres millones. Ésa puede llegar a ser la ciudad de las persianas bajas, donde todos son propietarios, pero hay pocos vecinos.

Ahora, y no antes, cuando audaces promotores de ladrillo, propietarios de suelo y administraciones liberalizadoras se concertaron para hacer realidad la canción "viviendo en mi casita de papel". A cambio de este anhelo, la juventud de este país se encuentra atrapada en lo mejor de la vida con un esfuerzo financiero insostenible -nada menos que el 57 por ciento del salario medio bruto, según el Banco de España- que le impide el acceso a otras tareas de la cultura, el ocio y el intercambio, colocándole ante los ojos una proposición perversa: tomar prestado dinero barato, con las consiguientes deducciones por la compra del piso, para concurrir en un mercado netamente alcista, entre otras razones, porque la vivienda protegida cayó 17 puntos en menos de diez años.

Al hilo de esta pasión inmobiliaria y este esfuerzo individual, parece oportuno traer a colación las advertencias de las instituciones financieras mundiales sobre el peso excesivo en el PIB de un sector que empieza a dar señales de cansancio, debido a que la demanda extranjera de segunda residencia reclama ya una buena práctica urbanística. Por ello, más valdría que el flamante Ministerio de Vivienda, en vez de marcar como objetivo la contención de precios, labor que no puede realizar por la escasez de competencias, se dedicara a desarrollar programas de vivienda protegida concertados con las ciudades y a la promoción de la calidad arquitectónica, y dejara al ministerio competente el impulso de una economía más sostenible, con una representación equilibrada del sector construcción.

Se impone repensar adónde conduce esta pauta, más que modelo, cuyo paradigma son los llamados PAU, basados en la ilimitada proliferación de inmuebles rodeados de inmensos espacios públicos, que no lugares, donde es difícil encontrar y conocer al vecino de enfrente, y que en muchos casos llevan consigo la destrucción del entorno medioambiental para luego reconstruirlo con planes y programas específicos. Conviene tener en cuenta que los costes de mantenimiento y servicios de las nuevas calles, plazas y jardines, así como los de reparación de los errores ocasionados por este patrón de crecimiento extensivo y fragmentario, suelen gravitar sobre las administraciones públicas, que tienen que acometer a posteriori costosas infraestructuras y equipamientos y que no van a seguir disponiendo indefinidamente de los fondos europeos que tanto han dado de sí. ¿Quién le echa las cuentas a todo esto? ¿Quién se hace responsable de las repercusiones económicas de tal euforia constructora?

En el terreno práctico, vale la pena destacar, sin el menor atisbo de nostalgia de un jacobinismo pasado, el enredo legislativo en que nos encontramos sumidos entre tanta sentencia y normativa en permanente cambio. Confusión que culmina con el duro golpe que la reforma de la Ley del Suelo de 1998 propina a la concepción de la ciudad cuando, creyendo que una oferta masiva de suelo conseguiría controlar el precio de la vivienda, suprime el principio organizador del planeamiento, al dictaminar que todo suelo que no es protegible debe ponerse a disposición para ser urbanizado. Justamente ha sucedido lo contrario: nunca se ha construido tanto y el precio nunca había alcanzado tales cotas de escándalo.

Los legisladores autonómicos, cada uno a su manera, han ido desarrollando de forma minuciosa un rosario de articulados, con estándares y parámetros de todo tipo que, en el fondo, han ido esquinando el planeamiento, de forma y manera que hoy las ciudades se diseñan más con leyes y reglamentos que con planos.

En sólo una década, el suelo urbanizado ha aumentado en un 25 por ciento, y en algunas comunidades llega al 50 por ciento; un tercio de la costa mediterránea está cementado, datos éstos que contrastan con un crecimiento de la población cuatro veces inferior al de la superficie edificada.

Especialistas prestigiosos llegan incluso a proponer la desaparición del trámite de avance, única oportunidad para dar a conocer en un documento previo la articulación conceptual entre lo público y lo privado. Suprimirlo equivaldría a decir adiós a la compresión o la filosofía urbana de cada plan general. La ciudad como conjunto dejará de tener sentido y se verá reducida a un monopoly de interés exclusivamente inmobiliario, donde cada uno va a lo suyo, mientras la convivencia se diluye al carecer de una educación ciudadana, y se extiende la sospecha ante una administración local que dedica sus mayores esfuerzos al crecimiento masivo y no al desarrollo sostenible. El urbanismo pasará de ser la ciencia, la técnica y el arte de hacer bien la ciudad a convertirse en instrumento al servicio exclusivo del negocio, con unos profesionales de los que se espera que vayan por detrás, con el lápiz o la herramienta de CAD, sin hacer mucho ruido. Y, mientras tanto, el ciudadano de a pie, sumido en estas presiones, se tiene que dedicar fundamentalmente a la cuantificación de las superficies que compra, de las fisuras y humedades de su edificio, sin poder entrar en la calidad y la racionalidad de la actividad constructiva.

Ahora, gracias al satélite que divisó el ladrillo, resulta evidente que hace falta una mirada hacia atrás, una reflexión que parta de la premisa de que ni la economía ni el planeamiento por sí solos son capaces de resolver el problema del desarrollo urbano. Una vez más, hay que afirmar que el equilibrio es fundamental y que la práctica exige poner sobre la mesa todos los vectores. Mientras alguna comunidad autónoma ha llegado a descatalogar por vía de ley parques naturales para hacerlos edificables, la Conselleria de Política Territorial de la Generalitat de Cataluña propone que paisaje, arquitectura, economía, suelo, infraestructuras, viviendas, mantenimiento, gestión, sean entendidos como un todo. Para ello es imprescindible que estas variables se articulen territorialmente mediante los planes, las infraestructuras y una nueva organización administrativa, políticamente con la gobernación y económicamente con una evaluación seria de las repercusiones del crecimiento.
Y no se trata sólo de un problema de sostenibilidad, sino también de pensar que el legado de nuestra época no alcanzará la consideración de patrimonio, como aconteció de hecho con la ciudad construida hasta la mitad del siglo pasado. En este aspecto, estamos rompiendo con el sentido de la tradición, que en última instancia significa transmisión, y que supone, junto con la innovación, el pas de deux del crecimiento de la ciudad del futuro.

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domingo, 22 de mayo de 2005

¿ADIOS A LA FILOSOFÍA?

Ya sé, ya sé que vivimos un periodo excesivamente abundante en truculencias y alarmas, soliviantado en demasía. Y yo no quisiera contribuir a empeorarlo..., por lo menos no más de lo imprescindible. De modo que en lugar de titular este artículo ¿Quién teme a la filosofía?, como pensé al principio, un rótulo que suena a denuncia y quizá hasta desafío, he preferido encabezarlo en un tono más dubitativo y melancólico. Pero el asunto de fondo no varía: el anteproyecto de la LOE parece implicar algo así como el aniquilamiento de la filosofía en el bachillerato, o por lo menos su reducción a un tamaño compatible con el de las cabezas patentadas por los jíbaros. Lo cual produce lógica inquietud entre quienes somos profesores de la materia desdeñada y podría sobresaltar también a otros ciudadanos con aficiones culturales, que alguno habrá. De modo que no queda más remedio que hablar un poco del asunto.


Decían los antiguos griegos que cuando los dioses nos son favorables ignoran nuestros deseos y cuando nos son adversos los cumplen. Por lo visto las autoridades educativas siguen el ejemplo olímpico. Y los que anhelamos una educación ciudadana temática y no meramente transversal parece que finalmente vamos a tenerla, pero a costa de perder la filosofía y la ética por el camino. El error sería grave y esperamos que aún pueda enmendarse.
Empezaré, quizá innecesariamente, por aclarar que de ningún modo comparto los hiperbólicos encomios que convierten a la asignatura de filosofía en la única fuente para los alumnos de reflexión argumentada y pensamiento crítico. Basta recordar que todos los actuales responsables de educación o cultura la han cursado para no exagerar sus virtudes intelectualmente fortificantes. Sin embargo, es difícil imaginar una asignatura de formación ciudadana realmente útil que prescinda de su apoyo. Veámoslo.
Los críticos de la asignatura cívica señalan que puede convertirse en una mera ocasión de adoctrinamiento partidista, un catecismo de urbanidad política al gusto de los dirigentes del momento. Las buenas intenciones no logran mejorar estas proclamas edificantes: hace bien poco oímos al ministro de Defensa ufanarse de que prefiere "morir que matar", opción tan infrecuente como respetable, pero que casa mal con el cargo que ocupa; por su parte, el presidente Zapatero lanzó en Mauthausen una elogiable diatriba contra la guerra que sin embargo hubiera sonado mejor fuera del campo de concentración cuyas puertas se abrieron precisamente gracias a una guerra. La verdad es que los clichés de la corrección política de cualquier signo sirven para poco. Aun así, confieso que no me horroriza tanto como a otros la palabra "adoctrinamiento": la creo implícita en todo propósito educativo democrático, en la medida en que siempre optamos a la hora de enseñar por ciertos presupuestos básicos apenas discutidos, a partir de los cuales rechazamos sin mayores debates el exterminio de los adversarios ideológicos, la discriminación entre los humanos por raza o sexo, la utilización abusiva del prójimo como mera herramienta para nuestros fines y cosas por el estilo. No obstante, comprendo que tiene un uso alarmante: sería "adoctrinar" perversamente convertir la educación cívica en un recetario de respuestas inamovibles para controversias históricas, sociales o políticas cuya diversidad de presupuestos no se ha brindado de manera abierta y suficiente. Por eso precisamente es imprescindible sustentar tal disciplina en la filosofía y la reflexión ética.
En último término, preparar para la ciudadanía es pensar lo que supone la acción en libertad. Es decir, establecer los valores de humanidad que deben sustentarla, tanto en el terreno personal (lo que llamamos virtudes) como en el colectivo e institucional (leyes que garantizan derechos y deberes). Se trata de explicar razonadamente que vivir en una sociedad democrática pretende ser distinto a la vida en el medio directamente natural: en éste predominan en toda su crudeza la necesidad y el azar, mientras que la comunidad social intenta corregir o paliar tales condicionamientos con instituciones que favorezcan la libertad de todos y la solidaridad entre todos. Ahora bien, tanto la necesidad como la libertad, el azar y la solidaridad, los valores, las virtudes y las leyes son algunas de las cuestiones que ocupan a la filosofía, especialmente en su vertiente ética o moral. Es el enfoque filosófico el que previene contra dictar doctrinariamente soluciones que olvidan el proceso deliberativo fundamental que las precede y sobre todo se distancian de la formación de un carácter cívico, capaz de persuadir y de ser persuadido, que es el verdadero objetivo de la preparación para la ciudadanía. No se trata de lograr que todos compartamos la misma idea de "vida buena", sino que aceptemos las pautas mejor justificadas para que nuestros desacuerdos puedan convivir sin atropellos...
No faltará quien sostenga que tales objetivos docentes pueden lograrse sin mantener obligatoriamente el nombre de "filosofía" para ninguna asignatura, utilizando rótulos más postmodernos y menos sobrecargados de referencias gremiales bastante apolilladas: es decir, sin recurrir a los servicios de esos "filósofos nutridos de sopa de convento" que "contemplan impasibles el amplio firmamento", según dijo Antonio Machado. Pero ello supondría olvidar que, más allá de lo que los indignos profesores hagamos a veces con ella, el nombre mismo de "filosofía" es importante porque conserva una comunidad de origen y destino con otra expresión que nos importa: "democracia". Nacieron juntas y la una expresa en el terreno del conocimiento lo mismo que la otra en el campo de la política: discusión racional, disolución de las jerarquías establecidas por la veneración acrítica de la tradición, atención igual a la palabra de todos (aunque sean distintos, aunque vengan de lejos) y, sobre todo, depósito del sentido último de ideas o instituciones en la voz de las personas y no en genealogías colectivas.
Los ciudadanos deben saber que serlo implica ser demócratas y también ser a ratos filósofos. Es decir, deben aprender a vivir y pensar igualitaria y racionalmente, pero siempre en común. Y no parece ocioso que conozcan también la evolución histórica de la que provienen ambos derechos y ambas obligaciones...
En último término, ni la filosofía ni la ética -en su temario actual- son vacas sagradas. Pero tampoco estorbos de los que pueda educativamente prescindirse sin más, en nombre de dudosos criterios de eficacia. Se diría que vamos hacia programas educativos cada vez más dictados por el rendimiento laboral, mientras los valores humanistas cuyo debate nos hermana son abandonados al autismo de caprichos privados o a la intransigencia irrefutable de los dogmas. De seguir así, pronto será el beneficio económico el único interés que todos compartiremos..., pero como rivales en una carrera rapaz. Y todo ello en una sociedad en la que la expectativa de vida se prolonga cada vez más, mientras el espacio compartido se reduce: es decir, donde cada vez es más importante ser capaz de crecer y viajar hacia adentro para cuidar de nosotros mismos sin depender del supermercado o pisar a otros. Por favor, aún estamos a tiempo: no mandemos hoy al desguace los instrumentos intelectuales que mañana mismo echaremos en falta... o, aún peor, que quizá lleguemos a olvidar junto a lo mejor de lo que hemos sido.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. EL PAÍS - Opinión - 19-05-2005

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miércoles, 18 de mayo de 2005

Mirian, Toñi y Desireé. Ni olvido ni perdón

EL TRIPLE CRIMEN DE ALCASSER ¿Verdad o mentira de estado?


El 27 de enero de 1993, dos apicultores encontraron los cadáveres de tres niñas semienterrados en las cercanías del pantano valenciano de Tous. Los cuerpos que ya se encontraban en estado de putrefacción porque llevaban tres meses enterrados pertenecían a Miriam García, Antonia (Toñi) Gómez y Desirée Hernández, desaparecidas el 13 de noviembre de 1992 en Alcàsser, cuando se dirigían a una discoteca a la que iban habitualmente en la localidad vecina de Picassent. Al parecer hicieron auto-stop y el coche que les paró llevaba a gente que presumiblemente conocían, según atestigua una vecina que las vio subir al coche con tranquilidad (no forzosamente). Esta mujer fue la última que las vio con vida sin contar a sus asesinos y aún recuerdo la imagen de la señora, asomada a su ventana, señalando con el dedo hacia una calle, dónde fueron recogidas.
Los "culpables":

ANTONIO ANGLÉS

/ Nacido en Sao Paulo, Brasil, tenía 35 años cuando sucedió todo. Desapareció antes de que cantara el gallo, imposible cazarlo, sin embargo se supo rápidamente que este tipo había tenido secuestrada, encadenada y apaleada a una ex novia, Nuria Pera, según su hermana ‘Kelly’, toxicómana (por este hecho cumplió 6 años de condena en la cárcel y precisamente fue el testimonio de su “gran amigo Ricart” el que lo encarceló).
Su madre, cargada de hijos, trabajó deslomándose en lo que podía para mantener a su familia. A cambio tenía hijos conflictivos que entraban y salían de cuarteles de policía, trapicheaban con droga, se ganaban la vida con prostitución o la golpeaban.
Antonio huyó ante los ojos de la policía. Se habló mucho de ello, de la facilidad con la que había huído, eso mosqueó al país entero. Pero no fue el único investigado. Su hermana ‘Kelly’, dedicada a la prostitución, su hermano pequeño Mauricio, delincuente común, y otro de sus hermanos, Enrique, éste retrasado, fueron investigados.
Las pruebas que dieron con él fueron principalmente un papel médico que se encontró donde estaban los cadáveres. En este papel estaba el nombre de Enrique Anglés (hermano investigado de Antonio), e inicialmente se acudió a su casa para interrogarlo a él.

MIQUEL RICART

/Su amigo de fiesta y trapicheos, cuyo coche contenía pelo perteneciente a las niñas. Ricart llevaba años viviendo con la familia de Anglés y el día que le detienen iban a buscar a Enrique (el incial sospechoso) pero al ser preguntado si tenía un coche blanco y contestar que sí, la Guardia Civil se hace cargo de él como posible sospechoso.

Ese día en cuestión la Guardia Civil se presenta en casa de los Anglés, llaman a la puerta, no les abren, y además desde dentro atrancan la puerta. En ese momento Antonio Anglés sale huyendo por una ventana con, según su madre, dos millones de pesetas que había pedido prestados para comprar una casa. La Guardia Civil vuelve con una orden de registro, consigue que le abran la puerta y la madre, Neus, dice que está sorda y no había oído cómo llamaban antes a la puerta, pero confiesa que vio salir a su hijo huyendo con el dinero. Así fue como Antonio Anglés desapareció para siempre y Miquel Ricart se convirtió en el único encarcelado del triple crimen de Alcásser . VISTO EN:

Por cierto, Antonio Anglés "cometió" los delitos tras fugarse de la cárcel, es decir que la policía no le buscó -pues vivía en su casa con su familia- cuando estaba en "Busca y Captura", y teniendo en cuenta que los delitos en nuestro código penal prescriben a los veinte años y él ya está más de diez años desaparecido... si volviera a aparecer como Pepito Palotes y dijera "Soy Anglés" dentro de 9 años, este hombre no sería acusado de sus crímenes.

Y otro por cierto que nos hace dudar más... a Miquel Ricart se le concedió inicialmente el segundo grado cuando los informes de los profesionales de la penitenciaría eran contrarios a la concesión de estos privilegios.

Para quien tenga interés en conocer este caso profundamente y saber por qué hay quien cree que lo de Ricart y Anglés es una gran mentira, recomiendo visitar esta página de EL PALLETER.

http://webs.demasiado.com/elpalleter/

NOTA: Durante mucho tiempo me he negado a escribir sobre este caso porque no está nada claro y aún me hierve la sangre al ver que no está resuelto, sin embargo no encuentro mejor forma de luchar porque se siga investigando que volver a sacarlo a la luz. Cuento con muchos lectores, y confío en ellos para que hagan presión. Además, quisiera que los familiares de las niñas de Alcásser sepan que aún hay quienes no olvidamos que ellos sufren, y que ellas "existieron". Somos muchos quienes nos negamos a olvidarlas. Kruela



domingo, 15 de mayo de 2005

Nada de locura, es maldad

ARCHIVOS EN MEMORIA DE ...

Estamos asistiendo en España a unos horribles asesinatos a sangre fría, con unas técnicas más propias de la Edad Media ( martillazos, hachazos, etc.) que de los tiempos que vivimos, supuestamente más comedidos y dialogantes, que dejan un rastro de terror y de sangre, y que nos sirven de aviso: en cualquier momento podemos caer fulminados y relegados al olvido por algún asesino caprichoso desconocido.

ASESINOS EN SERIE

No existe criatura más temible que el criminal antojadizo cuya conducta ni tiene lógica ni sigue un método establecido. Cuando nos enteramos de actos violentos que parecen ocurridos al azar o que son totalmente gratuitos nos invade un sentimiento especial de pánico y de confusión. Inmediatamente tratamos de buscar una explicación de lo sucedido, la causa, el posible argumento, el contexto. Y nos sentimos reconfortados si, como ocurre al final de las fábulas de Esopo, el comportamiento incomprensible es parte de una trama, tiene algún sentido. Por eso, si los medios de información anuncian que el culpable es un enajenado con ideas delirantes de persecución o de grandeza, nos agarramos con alivio a la enfermedad mental como si fuese la Piedra Roseta que nos ayuda a entender finalmente la inexplicable tragedia.

No es nada nuevo atribuir los fallos morales a trastornos mentales. Muchos piensan que las personas que cometen atrocidades no tienen más remedio que haber perdido la razón, deben estar locas. Precisamente, a los ojos de los medios de información y de Hollywood, el enfermo psiquiátrico se ha convertido en el actor ideal de los crímenes más crueles y espectaculares que se escenifican cada día en noticiarios y en películas.

El problema es que esos estereotipos negativos, basados en una premisa falsa, marcan con un estigma indeleble a los hombres y mujeres que sufren estas dolencias, y a sus familiares.
El miedo de la peligrosidad del enfermo mental es el factor que más contribuye a su discriminación y a su rechazo social.

La verdad es que la gran mayoría de las personas que sufren enfermedades mentales no son violentas. De hecho, con mucha más frecuencia son víctimas de la violencia que autores de ella. Otra verdad es que para muchos incapacitados el mundo de los normales es una auténtica jungla amenazante plagada de aves de rapiña. No hay más que mirar a los millares de enfermos desamparados y sin techo que deambulan por nuestras calles para darnos cuenta de la arriesgada situación de abandono en la que se encuentran.

Los verdaderos protagonistas de las agresiones malignas no son producto de la locura, sino consecuencia de la maldad. Se trata de hombres y mujeres rabiosamente insatisfechos, resentidos, desmoralizados e incapaces de sentir culpa o remordimiento. Matan y no sienten nada. Superficiales y locuaces, son expertos en la evasión y en el engaño. Crónicamente hastiados, buscan experiencias destructivas que les distraigan momentáneamente del vacío y de la banalidad de sus vidas, mientras persiguen sin descanso el dominio narcisista a través de la explotación y el sufrimiento de otros. Alienados desconectados, sin lazos ni ataduras con nada ni nadie, terminan sus vidas absurdas de odio con una muerte violenta.

El drama sangriento de estas personas nos muestra lo que le sucede al ser humano cuando no desarrolla durante su infancia el aprecio por la existencia, la compasión hacia el dolor ajeno y la empatía, esa cualidad que nos permite situarnos genuinamente, con afecto y comprensión, en las circunstancias de nuestros compañeros de vida.


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sábado, 14 de mayo de 2005

INFLUENCIAS MARXISTAS

Un fantasma recorre España: el marxismo ( de Groucho Marx). En Cataluña, tras lo sucedido con el túnel del Carmel, vecinos de otros barrios de Barcelona se movilizaron:”No queremos AVE”. La situación no puede ser más marxista: “Oiga, pollo, ¿le interesa un tren de gran velocidad? ¿ Quiere que le haga yo mismo el túnel? Conteste primero a la segunda pregunta”. ( con todo, esto no es necesariamente malo. Las últimas campañas electorales habían alcanzado límites peligrosos, con la promesa de una estación del AVE cada cien metros, hasta tal punto que al anterior ministro del cemento( Francisco Álvarez Cascos) adelantado del marxismo con su invento del AVE tortuga, inauguraba palotes en los que ponía: AVE, y tenían que venir las Juntas Electorales a recordarle que si no hay tren no hay tren.

Maragall visitó el Carmel y dijo: “ Esto es como el Prestige”. Interpretar a Maragall no es fácil, menos aún cuando se le entiende, pero la oposición aceptó la comparación, agarrando por la parte de la incompetencia política. Piqué pidió cinco dimisiones. Probablemente con cuatro se conformaría. La actitud de Piqué podría parecer contradictoria, porque en la crisis del Prestige el PP no pedía dimisiones. Por fortuna Fraga es también un gran marxista, y consiguió dar coherencia al embrollo: “ La Xunta no siempre se sintió apoyada por el Gobierno central durante la crisis del Prestige”. La mar salada. Fraga le colgó un medallón a cascos para agradecer aquel escaso apoyo, pero en esto tampoco hay nada ilógico. De haberse sentido muy apoyado, Fraga le hubiera puesto dos medallas a Cascos. (creo que de todas la maneras se debiera haber dado dos medallas una por tonto y otra por si acaso se le pierde la primera).

Aznar no pilló el gang, y le escribió una carta a Fraga titulada: “No me lo puedo de creer”. Que solía decir una célebre concursante de Gran Hermano, en la cual le exige que rectifique sus palabras, y que proclame ante la historia que Aznar es el mejor. Alguno puede pensar que Aznar tiene el sentido del humor de un mejillón cebra. Falso. Aznar es marxista hasta la médula. En su carta, Aznar recuerda a Fraga que la hemeroteca es muy cruel con quienes “mudan” de opinión. Se lo dice a Fraga, nada menos, que fue ministro de Franco, y ahora le pasa por la izquierda.

Como sucedió en Galicia, en Cataluña ha habido intentos de control de la información, negativas a la investigación, políticos bajo la mesa y otros alardes marxistas, pero ha faltado lo principal: un ministro de Defensa que sobrevolara la zona en helicóptero para después proclamar: “He visto un barrio esplendoroso”. Trillo era mucho Trillo. El marxismo contemporáneo de debe mucho a Trillo.

En política no es tan importante hacerlo bien como que otro lo haya hecho antes peor, aunque esto vaya usted a explicárselo a alguien que estaba merendando en su salón cuando llegó una excavadora y le tiró la casa abajo. “Valor, amigo. Tiene usted suerte de que gobernamos nosotros. Los otros son mucho peores. Ya ve: excavábamos buscando el futuro y hemos llegado adonde siempre”.
Antonio Martínez. Extracto de artículo con algunas anotaciones del que transcribe.


sábado, 7 de mayo de 2005

Árboles con Historia. (I) El pino de Fuente Piña

el Pino de FUENTEPIÑA

La tumba de Platero
Juan Ramón Jiménez “enterró” al famoso burro bajo un pino.

Ficha técnica:

Nombre popular: el pino de Fuente Piña.
Nombre científico: Pinus Halepensis
Localidad: Moguer (Huelva)
Acceso complicado sin señalizar preguntar en la casa-museo
Edad aproximada: unos 200 años, Altura: 19 metros, Perímetro: ( a 1,30 metros): 3,65 m.
Diámetro copa: 27,80,
Mejor época para verlo: primavera y otoño

Tu, si te mueres antes que yo, no irás, Platero mío, en el carrillo del pregonero, a la marisma inmensa ni al barranco del camino de los montes, como los otros pobres burros, como los caballos y los perros que no tienen quien los quiera(...) . Vive tranquilo Platero. Yo te enterraré al pie del pino grande y redondo del huerto de la Piña, que a ti tanto te gusta”

No podía ser de otra manera. En su magistral libro Platero y yo, Juan Ramón Jiménez también soñó con un entierro muy especial para su querida mascota. En la solitaria casa de campo, a cuatro kilómetros de su Moguer natal, donde el escritor pasó melancólicas temporadas de descanso e inspiración, poco ha cambiado. Allí sigue la sencilla edificación de amplio pórtico abierto al pinar, todavía hoy rodeada por los mismos setos de geranios que tanto la embrujaban. Y a un lado, el gran pino, como un inmenso parasol de protectora sombra. ¿ estará bajo él su tumba? Todos los especialista coinciden en que Platero fue un animal imaginario. Una idea no compartida por Pepe Quintero, que fue guía desde hace muchos años de la casa-museo de Juan Ramón en la localidad onubense y que conoció personalmente al escritor. “Por supuesto, nosotros pensamos que es cierto, que bajo ese pino está enterrado Platero” afirmaba categórico.

La casa de Fuente Piña fue adquirida hacia 1900 por los padres del futuro Nobel de Literatura, de acomodada posición económica, en un intento por ayudarle a superar la depresión en la que con apenas 20 años estaba sumido.
Ahora pertenece a la familia Hernández Pinzón- los hermanos Pinzón que acompañaron a Colón en su primer viaje a América- pues Juan Ramón Jiménez no tuvo hijos, y una hermana suya se casó con un descendiente de los descubridores.