Paren esas balas
En Estados Unidos parece que se ha asumido que la gente de bien es la que debe vivir en alerta máxima.
Memorial
en honor a las 26 víctimas del tiroteo en la Iglesia Baptista de SutherlandSprings, Texas.SCOTT OLSON GETTY
IMAGES/AFP
Hace algunos años, recién llegada a la Universidad de Iowa, me apunté a un
cursillo de formación para poder sobrevivir y enfrentarme a sucesos violentos
que en inglés denominan Violent Incident Survival Training. Es un tipo de curso que ofrece la
policía local en muchas instituciones públicas y privadas estadounidenses.
Tengo algunas nociones de kempo, y de capoeira, artes marciales que estudié en
diferentes épocas de mi vida, por lo que la oferta de aquel curso me resultó
curiosa. Nos mostraron un vídeo acompañado de imágenes de terroríficos tiroteos
en el que nos explicaban que desde la década de los noventa había comenzado un
fenómeno de asesinos en serie armados hasta los dientes. La policía no podía
estar en todas partes para defendernos, y por lo visto las flexibles leyes del
Estado permitían que casi cualquier persona sin antecedentes pudiera comprarse
un arma. ¡Y qué armas! Sobre una mesa tenían reproducciones de las más
populares que se vendían en la ciudad, incluidas las semiautomáticas, que no
pesan nada y son las favoritas de los psicópatas. No daba crédito a la escena.
El policía asumía estoico que sus conciudadanos, sin haberse graduado en
ninguna academia, pudieran comprar cualquier arma. Nos explicaban cómo tratar
de transformar el aula en un espacio seguro hasta que llegaran los refuerzos
policiales a sacarnos del infierno. Trancar la puerta con un cinturón y hacer
una barricada con los muebles. En las lecciones de artes marciales había que
darle un golpe rotundo en la nuez a un violador y salir corriendo. Aquí lo
importante es tener reflejos y lanzarle libros, y objetos contundentes a un
loco disparándonos. Por lo visto tenemos más posibilidades de salvarnos si
todos lo atacamos a la vez y el asesino no se lo espera, especialmente si
estamos acorralados en un aula y ha logrado entrar. Recomiendan estar sentados
o ubicados frente a la puerta. Vivir siempre alerta y ser conscientes de que
existen este tipo de sujetos en el paisaje estadounidense. La pobre gente de la
Iglesia baptista de Sutherland Spring no tuvo tiempo de reaccionar y lanzarle
al asesino sus biblias, sus bolsos, sus móviles, sus zapatos. Les faltó un
cursillo en el que les explicaran cómo sorprender a los perturbados con rifles
semiautomáticos, porque al parecer la gente de bien es la que debe vivir en
alerta máxima. Y todo para darle gusto a unos políticos que son incapaces de
ponerse de acuerdo y crear nuevas leyes que se ajusten y controlen la realidad
de unas armas que no se parecen en nada a las del viejo Oeste americano.
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