Y el problema de esta “recuperación” que se nos quiere vender es que tiene exactamente los mismos fundamentos. El pasado año, para conseguir que el PIB cayera sólo un 1,3% (en el optimista cálculo del INE), necesitamos meter en la economía española nada menos que un 6% del PIB de nueva deuda externa neta. En el primer trimestre de 2014, para un crecimiento intertrimestral del 0,4% nos hemos endeudado en un 1,6% más.

Algunos pueden aducir que este incremento en el endeudamiento se debe a que está entrando mucho capital extranjero para invertir dado que las reformas del Gobierno han hecho esta inversión mucho más atractiva, pero una vez más los datos se empeñan en llevarles la contraria, pues lainversión extranjera directa, después de un 2013 relativamente bueno en que aumentó en 31.000 millones (aunque lejos de los 48.000 millones de 2006), se ha paralizado totalmente, ya que en los primeros tres meses de 2014 sólo han entrado 1.484 millones, el 9% del incremento de la deuda exterior neta. El resto, en su gran mayoría, ha sido endeudamiento del Banco de España con los otros bancos centrales europeos y entrada de dinero a bonos españoles; un dinero, este último, que, como bien sabemos, al igual que ha entrado puede salir de forma rapidísima en el momento en que vuelva la aversión al riesgo. Y cuando eso pase –que no duden que pasará–, antes de darnos cuenta nos encontraremos otra vez a los pies de los caballos. Es lo que tiene vivir de prestado, que uno siempre está en manos del prestamista de turno.


La balanza comercial confirma que su deterioro no se debe a inversión productiva, sino casi en su totalidad a consumo, como podemos comprobar con algunos gráficos. El primero, que pueden ver sobre estas líneas, es el de la evolución de las importaciones de máquinas-herramienta, que como sabemos son la base de cualquier proceso industrial moderno. Como se ve, ha habido un ligerísimo aumento desde los mínimos del pasado año, pero la importación se halla a niveles sumamente bajos (más o menos 1/3 de los niveles normales antes de la crisis) y apenas es responsable de un 0,5% del incremento del déficit comercial.
Y sin embargo productos de consumo han aumentado sus importaciones de forma drástica, nada menos que un 17% desde los mínimos de primeros de 2013. 


Las exportaciones no han podido compensar este repunte de la demanda y, de forma muy preocupante, han entrado en negativo en los últimos dos meses (-3,7 y -1,3%). En el gráfico vemos que la media trimestral está bastante lejos de los máximos del pasado año (-6,5%).


En resumen, no existe ningún tipo de ajuste que haga más atractiva la inversión productiva extranjera o nacional. El Gobierno, bancos y grandes empresas han aprovechado la extraordinaria bonanza de los mercados financieros internacionales, en los que la aversión al riesgo está en mínimos por la confianza absurda en la omnipotencia de los bancos centrales, para financiarse a tipos ridículamente bajos. Pero dado que no se ha hecho apenas reforma alguna de calado –y aquí probablemente las opiniones de cuáles habrían de ser esas reformas diverjan entre unos y otros–, lo que se está haciendo para estabilizar la situación económica es lo de siempre, impulsar la demanda a base de deuda para que así el electorado viva la ficción de una recuperación. Hasta que llegue el siguiente crash de los mercados financieros mundiales, que no duden que llegará. Y entonces el pulmón de familias y empresas, casi agotado tras siete años de crisis, hará que ese crash azote con inusitada violencia a los sufridos ciudadanos españoles.