domingo, 8 de diciembre de 2013

AQUÍ MÁS QUE BROTES VERDES HAY UNA SELVA VIRGEN CONSOLIDADA

Es un reportaje del año 2011, pero tiene vigencia todavía y las cosas les van a mejor incluso,  eso es lo que tienen estos países, que indiferentemente de cual sea el signo de su política, tienden a respetarse entre los ciudadanos y tienden sobre todo a vivir  lo mejor posible, acometiendo los problemas y dándoles casi siempre una respuesta pragmática y coherente para la mejor convivencia y bienestar  individual posible, dentro de esa convivencia común  prioritaria. Como todo el mundo,  tienen sus problemas, ahora, ojalá tendríamos nosotros esos problemas, aquí, en España, se empecinan en convencernos que tenemos los socorridos  brotes verdes que ya salimos de lo malo, que ya hay luz al final del túnel (por cierto, luz que también pagaremos nosotros, los paganinis) y, en fin, que nos convencen que lo mejor es el capitalismo salvaje, que los mercados son el nuevo Dios, que no, que no es eso que dicen los malditos "comunistas", que los mercados son ese corral de gallinas con la zorra dentro, y que, lo que debe de imperar es la total libertad, y claro, al final, la zorra se va comiendo las gallinas poco a poco hasta que no quedará ninguna. En esas estamos.
Quizás no estaría mal que nos volviesen a invadir los vikingos, ahora bien, que tengan mucho cuidado, que vienen, se quedan y al final acaban los pobres como nosotros, a merced de esa devoradora impresentable que nos ha  puesto la más voraz banca alemana frau Angela. Seguro que acabamos convenciéndolos de nuestros desvaríos y acaban arruinados.


Es el país que mejor funciona de Europa. Crece, no tiene paro, su deuda es mínima y está en cabeza de las clasificaciones sobre desarrollo humano. Es una sociedad que ha reconciliado el individualismo de sus habitantes con una idea de proyecto en común. Y ha triunfado. El petróleo ha hecho el resto. El atentado del mes de julio indica que la integración de la inmigración es su asignatura pendiente. Así es la potencia más silenciosa.
Sencilla en su complejidad como ocurre siempre en la arquitectura nórdica; alzada sobre el mar; inmersa en un inmaculado parque de adoquines sembrado de violetas en el que cuando surge un despistado rayo de sol brota una marea de bebés y pensionistas en atuendo deportivo; con nueve siglos de historia, la catedral luterana de Stavanger, en la costa suroeste de Noruega, está considerada la más antigua del país. Su interior, mudo, pulcro, sobrio, sin imágenes, en el que las viejas tablas del suelo crujen bajo los pasos de los fieles, es el mejor reflejo del frugal estilo escandinavo de interpretar la vida, donde el lujo y el alarde son un pecado cívico y moral. El negro y el gris son los colores de este país: de su cielo gran parte del año; del salvaje mar del Norte; de la discreta ropa de su gente; de las rancheras suecas y alemanas; de las calles de Oslo. El negro y el gris mimetizan a los noruegos con su entorno, los uniformizan y hacen que sea difícil detectar la diferencia de clases. "No pienses que eres especial", rezaba la filosofía igualitarista del país.
La riqueza petrolera que engrasa toda la economía les reafirma en su modelo social
El modelo noruego funcionó mucho antes de que encontraran petróleo
 El ministerio de Igualdad tiene un presupuesto de 1.000 euros por habitante
En la 'zona cero' de Oslo, los grandes destrozos del atentado son visibles
El Fondo público del petróleo tiene 400.000 millones de euros
El ultra Partido del Progreso obtuvo en 2009 el 23% de los votos
No quieren cambiar, no lo lograron ni los nazis durante la ocupación
Este centenario templo de Stavanger encierra otra metáfora del alma de Noruega. No tiene rígidos bancos corridos de madera como en las iglesias católicas donde los devotos se amontonan codo con codo. Aquí cada fiel ocupa una amplia e idéntica silla individual de asiento mullido con un pequeño espacio para que descanse el breviario sin molestar al vecino. Cada silla es una isla. No hay contacto físico entre los devotos. Si la vista desciende un poco, se percibe que todas están unidas con abrazaderas metálicas. Cada silla ocupa su propio espacio, pero es imposible separarla de su fila. TODO EL REPORTAJE






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