BARCELONA
Junto a mujeres con enfermedades mentales de diversa naturaleza, muchas internas del manicomio parisino de la Salpêtrière “no sufrían ninguna patología, simplemente molestaban a su familia, no las comprendían, subvertían el orden y mantenían una actitud rebelde. Internarlas era tan fácil como que el hombre de la casa hiciera una petición”.
Ese es el estremecedor contexto real de El baile de las locas (Salamandra), el prometedor debut en la novela de la filóloga francesa Victoria Mas (Le Chesnay, 1987), hija de la cantante Jeanne Mas, que hasta ahora solo había trabajado en el mundo del cine (de hecho, la versión cinematográfica del libro se encuentra en pleno rodaje).
“Había claramente un interés sexual, eran cosificadas, convertidas en objetos sexuales. Provocaban a la vez repulsión y concupiscencia”
El baile anual que realizaba la institución, con sus vistosos disfraces, sus valses y sus polkas, mezclando en la misma danza a las internas y los burgueses que acudían a divertirse, suena como una mezcla de Fellini y Stephen King tan increíble como cierta. “Basta consultar la prensa de la época –responde Mas, en conversación telefónica, desde París–. Los burgueses venían a pasarlo bien, morbosamente, con la esperanza de observar crisis nerviosas o de convulsiones como aliciente. Ellas soñaban con que un príncipe se las llevara de la institución y esperaban todo el año aquella noche”. Las entonces llamadas histéricas (o melancólicas, epilépticas, maníacas o dementes) “generaban fascinación, el famoso doctor Charcot las fotografiaba, las sometía a hipnosis en público, del mismo modo que se encerraba a indigentes en jaulas para que los miraran. Había claramente un interés sexual, eran cosificadas, convertidas en objetos sexuales. Provocaban a la vez repulsión y concupiscencia”.
Dibujo que representa el baile de las locas
Si la gala parece la parodia de un baile versallesco, las sesiones de fotos con las internas son una versión inquietante y hospitalaria del glamour. “Ese hospital lo ponía todo en escena: las sesiones de hipnosis se hacían sobre una tarima con público en la grada. A su vez, las fotos intentaban capturar el principio de una crisis de histeria, demostrar que la mujer estaba loca, a través de un gesto de la boca o un detalle del ojo. El baile de disfraces era, para las mujeres, un momento de retorno a la normalidad. Pero, al otro lado, la mirada del público asistente era malsana, vivían un divertimento perverso”.
Por allí pasó Jane Avril, cantante y bailarina de cancán del Moulin Rouge, fue donde justamente descubrió la danza y pudo salir de su depresión"
Una de las protagonistas, Eugénie, procede de un medio acomodado. “No era el caso de la mayoría, que venían de familias obreras, a menudo eran analfabetas y no podían defenderse. A Eugénie la encierran porque practica el espiritismo, un motivo suficiente en la época, identificado con el satanismo aunque lo practicó un selecto grupo de notables, entre ellos Victor Hugo”. La Biblia de Eugénie es El libro de los espíritus de Allan Kardec, “un texto bastante feminista, proclamaba que las mujeres eran iguales a los hombres y que tenían derecho a abortar”. Hay personajes que creen hablar con los muertos pero ¿lo hacen realmente?
Otra interna, Therèse, se encuentra bien allí. “No quise ser maniquea –aclara la autora–. El hospital aportó seguridad y a veces cuidados a ciertas mujeres que habían sufrido una gran violencia en sus vidas. Jane Avril, famosa cantante de cabaret y bailarina de cancán del Moulin Rouge, pasó dos años en la Salpêtrière, donde justamente descubrió la danza y pudo salir de su depresión”.
Fotógrafía de las internas bailando en 1890
“Todo el contexto es verídico: experimentaban con sus cuerpos, las sometían a instrumentos como el compresor de ovarios para calmar sus crisis, les introducían un hierro caliente en la vagina y el útero, se las dormía con psicotrópicos...”. Un personaje clave fue el siniestro doctor Charcot, fundador de la neurología, quien “tenía muchos admiradores y detractores ya en su época. Era ambicioso, poderoso, popular y autoritario. Las mujeres lo veían muy poco pero les llegaba su aura, su carisma”.
Un personaje clave es el de la enfermera Genevieve, “vínculo entre exterior e interior, y también entre los médicos y las mujeres. La hago atravesar una conmoción moral que cambia su mirada hacia las internas y hacia su propio oficio”.
Sin ser una novela social, el trasfondo crítico es evidente. “El hospital formaba parte de un sistema oficial de represión de las mujeres, fruto de la estructura de la época. Deberíamos preguntarnos: ¿qué permanece de todo aquello en el mundo de hoy? Hemos avanzado en algunas cosas, pero todavía tenemos algo de aquella herencia. Por ejemplo, el uso que hacemos de la palabra histérica. Y hay profesionales de la salud que me dicen que aún hoy sigue reinando un ambiente carcelario en los centros. Otras preguntas pertinentes son: ¿qué es un loco? ¿Cómo los tratamos?”.
Hoy en día, la Salpêtrière es un hospital normal. “Todo empezó un día en que acompañé allí a un amigo y me afectó la inmensidad y grandiosidad del lugar, su arquitectura, esos muros espesos, parecía más una cárcel, con una capilla, una cúpula enorme, parece un barrio, con sus calles, un jardín... Investigué su historia y me quedé impresionada”.
VISTO EN LA VANGUARDIA
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