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domingo, 1 de noviembre de 2020

EL IDIOMA DEL AMOR


JANE KHOMI (GETTY IMAGE)

Las expresiones dicen mucho de una cultura y su gente. El español tiene, por ejemplo, las que exaltan la alegría de la vida y la empatía. "Como dar a luz". Una maravilla.

Lo maravilloso de aprender un idioma nuevo y zambullirse en una cultura nueva es que las cosas que parecen vulgares y corrientes para el lugareño a mí me resultan poco menos que milagrosas. A lo mejor les hace gracia la ingenuidad infantil del extranjero al que casi le da un jamacuco la primera vez que prueba un churro o ante su primera sobremesa con amigos, pero para mí son una gozada los nuevos descubrimientos que hago cada día en España y que son como chutes de vitaminas directos al alma.

De todas las cosas que me encantan de España, y la lista es larga hasta decir basta, el idioma es lo que más me alucina. Las palabras mismas son como pequeños milagros y podría escribir un diccionario con todas mis favoritas, pero últimamente he descubierto algunas expresiones que me han dejado con la boca abierta de admiración y me han ayudado a ver las cosas de una manera totalmente diferente. Me parece de lo más inspirador.

Hay expresiones que a lo mejor salen de manera automática e inconsciente cuando las llevas oyendo desde el día en que naciste, pero para alguien que acaba de llegar como yo suponen un bofetón en toda la cara. Por ejemplo, “dar a luz”. Tomado literalmente, significa que te entregan a la luz en el momento mismo en que inicias tu camino vital. Como en esa escena de El rey león en la que ofrecen al cachorro al cielo y al universo como celebración de la vida. Alzamos nuestros bebés a la luz del mundo para que les dé la bienvenida y sean objeto de celebración. Convierte la lucha sangrienta, dolorosa y agónica que supone traer un niño al mundo en lo que realmente es: algo verdaderamente heroico. Un acontecimiento en el que cada niño nace capacitado para lograr algo grandioso.

O “consultar con la almohada”. En vez de “pensar en ello mientras duermes” como hacemos en Inglaterra, en España se pide consejo a la almohada. Qué hermosura de expresión. Qué consuelo, qué dulzura. Una oportunidad de permitir durante el reposo de nuestra mente cansada que fuerzas naturales que escapan a nuestra imaginación nos sirvan de inspiración y guía y nos den consejos tranquilizadores.

O cuando se muere alguien cercano, en vez del más bien insulso “lamento tu pérdida”, en España se dice “te acompaño en el sentimiento”. ¿Hay alguna lengua en el mundo que exprese mejor la empatía? ¿Una manera mejor de expresar unión en el dolor? Es una celebración de compañerismo, ternura y comprensión; una metáfora que expresa a la perfección lo que es España, donde, aun cuando la división parezca endémica en estos momentos, subyace un sólido sentido de comunidad, amor y sintonía.

Lo reconozco, a lo mejor da la impresión de que España me ha cegado un poco. Quizás el enamoramiento se me note demasiado. Pero, la verdad…, me importa un rábano.

JAMES RHODES

EL PAÍS 

viernes, 1 de febrero de 2019

¿CÓMO NACIÓ EL ALFABETO?

Hace años en la revista Muy Interesante se pudieron leer una serie de artículos sobre la aparición del alfabeto en nuestras vidas y me he propuesto traerlos a esta entrada para tenerlos recopilados y poder acceder a ellos fácilmente. Primero nos explicaron de dónde salió la A.


PARA VER AGRANDADO: BOTÓN DERECHO/ABRIR ENLACE EN PESTAÑA NUEVA/LUPA

sábado, 17 de febrero de 2018

SEGREGACIÓN ESCOLAR POR NIVEL SOCIOECONÓMICO

La incultura enquistada de España

“Una sociedad sin igualdad de oportunidades premia no a los alumnos y ciudadanos con mejores capacidades, sino a los que tienen más dinero. Así de simple”, argumenta Cristina Fallarás  
redaccion@lamarea.com   8 COMENTARIOS 
Segregación escolar por nivel socioeconómico”, se llama. Por resumir, consiste en que los niños ricos estudian con niños ricos y los pobres con niños pobres. Se podría decir que para que se identifiquen, o sea, para adiestrarlos desde la infancia sobre a qué pueden aspirar, con quiénes pueden tratar, quiénes son sus iguales y dónde están “los mejores” y quiénes son “los peores”.
Pongamos una situación ideal, que podría ser la siguiente: Todos los alumnos españoles reciben la misma educación, en centros que manejan los mismos presupuestos, de maestros con la misma preparación y el mismo salario –pongamos el doble que el actual–, y agrupados en aulas donde se mezclan aquellos que proceden de familias con ingresos elevados y otros de entornos pobres. Si aspiráramos de verdad, no solo de boquilla, a una sociedad realmente igualitaria, con las mismas oportunidades para todos los ciudadanos desde su más tierna infancia, el anterior sería un buen modelo. Pero en España a nadie la cabe en la cabeza una idea semejante. A nadie, ni siquiera a los más audaces.
Y, sin embargo, ¿por qué no? Las capacidades de los ciudadanos no dependen del dinero que posee la familia en la que nacen, a no ser que sean condenados por ello a estudiar en centros con muchos menos recursos y en entornos donde la privación –no solo económica, sino de todo tipo de medios– es lo único que van a compartir más allá de las pantallas de sus aparatos domésticos. Una sociedad que aspirara a la mejor educación para sus ciudadanos, y así también a un futuro de igualdad, un futuro culto, debería aspirar a una educación homogénea, rica y diversa.
Lo contrario de lo que sucede en España, como acaba de demostrar el informe elaborado por varios investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Los datos más alarmantes son dos:
  1. España es el sexto país de la Unión Europea con mayor segregación escolar por nivel socioeconómico. Detrás solo quedan Bulgaria, la República Checa, Eslovaquia, Rumanía y Hungría.
  2. La Comunidad de Madrid es la segunda región con mayor segregación escolar por nivel socioeconómico. Detrás solo queda Hungría.
El informe alerta de que dicha segregación “es un poderoso mecanismo para impedir la igualdad de oportunidades real entre todos los estudiantes; así como el mejor medio para fomentar la segregación y las desigualdades sociales”. Se observa también que en los centros donde se agrupan los alumnos con rentas menores, el rendimiento escolar desciende notablemente, y eso genera consecuencias a largo y corto plazo. O sea, enquista las desigualdades económicas y crea una sociedad sin igualdad de oportunidades.
Una sociedad sin igualdad de oportunidades premia no a los alumnos y ciudadanos con mejores capacidades, sino a los que tienen más dinero. Así de simple. Y eso tiene que ver únicamente con decisiones políticas, así de triste. De hecho, a la cabeza de los países con menos segregación escolar socioeconómica están, en este orden, Finlandia, Suecia, Irlanda, Polonia, Malta y Dinamarca, lo que da al traste con la idea de que solo los países ricos o “del norte” reducen las desigualdades. Es política, o sea, una decisión tomada por los gobernantes, en este caso españoles.
Ninguna política educativa sucede por omisión, aunque sea eso lo que se quiere hacer creer habitualmente: “el problema de la educación en España es la falta de un acuerdo blablabla”. Ninguna política educativa es inocente.
Para explicar el problema de la educación en España basta con echar una ojeada a la Comunidad de Madrid. Es la penúltima región de la UE, como se ha dicho, en el tema que nos ocupa. Solo Hungría favorece más las desigualdades que Madrid. En Madrid, según datos del Ministerio de Educación, un 15% de los alumnos estudia en centros privados y otro 30% en centros privados concertados. O sea que poco más de la mitad de los alumnos madrileños cursan sus estudios en centros públicos. A eso hay que sumarle la promoción de una educación-empresa o educación-mercado, basada en la libre elección de centro y en la publicación constante de ránkings. Ninguna de estas realidades es casual ni existe “por omisión”. Al contrario, responden a decisiones políticas aplicadas minuciosamente.
En ningún lugar como en la educación queda retratado un proyecto de país. Según esta fotografía recién conocida, el proyecto de España se basa en las desigualdades y en la condena de amplios sectores de la población únicamente por razones de nacimiento, razones económicas. Exactamente lo contrario de una sociedad culta. Lo más bárbaro del asunto es que responde a una decisión política detrás de otra. Y que podría ser distinto.

jueves, 15 de febrero de 2018

BIEN POR LA PORTAVOZA


¡Hola España y Españo!


En los debates sabes si vas ganando si ves a los adversarios echar espumarajos por la boca. Por eso, no me da ninguna rabia Pérez Reverte y el otro… Marías, cuando sé que basta con decir portavoza para que les dé como un calambre

BEATRIZ GIMENO

Este artículo lo escribo, al contrario que la mayoría, en situación de alborozo. Desde que Irene Montero dijo lo de  portavoza  han pasado tres cosas con distinto nivel de importancia. En primer lugar todo el país se ha revuelto indignado por esta cuestión. Mientras, Rajoy aprovechaba para advertirnos de que nos vayamos haciendo un plan de pensiones privado porque se lo han gastado todo; y que eso de pensar que chicos y chicas de familias humildes puedan estudiar… que nos olvidemos para siempre (si es que alguien guardaba alguna esperanza de que volvieran los tiempos en que existía una razonable esperanza de poder estudiar aun sin tener mucho dinero). La segunda cosa que ha pasado –y en un segundo nivel de importancia– es que me acosté portavoz y me desperté portavoza, y eso me ha producido mucha alegría. ¡Eh, soy portavoza! Y lo mejor de todo: cuando deje dicha responsabilidad ya seré para siempre exportavoza de la Comisión de Mujer, la comisión ideal para ser portavoza o exportavoza, por otra parte. Y así lo pondré en mis tarjetas de visita, cuando tenga. La tercera cosa es que llevo dos días entretenida en las redes contestando a la masa indignada de España y Españo, días y díos, Irene Montera y Pabla Iglesios. Y a mí, al contrario que a muchas amigas, esto me divierte y me alegra. Y para cuatro cosas que me alegran…

TODO EL ARTÍCULO EN CTXT - CONTEXTO Y ACCIÓN 

miércoles, 29 de noviembre de 2017

BASTÓN A LA TÁRTARA

El ‘steak tartar’ rara vez se pide con la pronunciación correcta. Se dice “stik”, que significa “vara” o “palo”

El ‘steak tartar’, un plato habitual en nuestros restaurantes.
El sector de los productos comestibles admite en español muchos extranjerismos desde hace siglos. Ya los conquistadores que escribían desde América en los siglos XV y XVI plasmaban en sus cartas palabras como “mamey”, “guayaba”, “guanábana”, “aguacate”, “papaya”…, que ahora son de dominio general en el ámbito hispano. Denominaron esos frutos tal como les llegaban al oído, porque no conocían alternativa para sus nombres. Y del mismo modo hemos adoptado más tarde vocablos como “espaguetis”, “macarrones”, “sushi”, “roquefort”, “gruyère”…
Unas veces los hemos españolizado (“croqueta” procede del francés croquette,“yogur” tiene su origen remoto en el turco yogurt…), y en otras ocasiones los aceptamos según vienen, como sucede con chop suey o vitello tonnato (sin que se nos haya ocurrido traducirlos en estos casos como “trozos mezclados” o “ternera atunada”). Su presencia antigua o reciente entre nosotros influye en su redonda castellanización (generalmente con adaptaciones fonéticas) o su escritura en cursiva para señalar el término ajeno (y nuevo). Así que en las cartas de los restaurantes los nombres autóctonos conviven con extranjerismos como el entrecot, el chucrut, la pizza o la mozzarella.
Comemos con frecuencia muchos platos que tienen denominación de origen:ensaladilla rusa, arroz a la cubana, patatas a la riojana, sopa castellana, morcilla de Burgos, pisto manchego, napolitanas, salsa boloñesa, tortilla francesa, tortilla española, bollo suizo, milanesa de ternera…
Tal es el caso también del término inglés steak tartar, tan habitual en nuestros restaurantes. Steak significa en inglés “tajada” o “filete” (palabra que a su vez procede del francés filet). Y tartar viene de tartare (tártaro, en francés). Así que el steak tartar es en teoría un filete tártaro que escribimos en inglés, a diferencia de lo que sucede con los filetes rusos, que escribimos en español.
El Diccionario de las Academias hispanas (ya es el diccionario de todas ellas) incluyó el término “tartar” en 2014, escrito en redonda, para definirlo así: “Plato hecho con carne o pescado picados, crudos y adobados”. Por tanto, el steak tartar es una suerte de primo de la carne picada y del citado filete ruso, a su vez parientes de la hamburguesa. En Estados Unidos se usa la locución Salisbury steak, en recuerdo del doctor James Salisbury, gran predicador de que se comiera carne. Pero en Bélgica le llaman a esta preparación “filete americano”, paradójicamente.
Según la enciclopedia Larousse gastronomique, el steak tartar se prepara con carne picada de buey (de caballo según los puristas), que se sirve cruda con yema de huevo y diversos condimentos.

Clientes y camareros mencionan a menudo el steak tartar, y rara vez con la pronunciación debida: “steik”. Dicen “stik”, pero stick no significa “filete” como se pretende al solicitarlo, sino “palo” o “vara”. No pasará nada en España, pues ya todo el mundo se ha adaptado a esa pronunciación macarrónica (adjetivo que en este caso no guarda relación con la gastronomía). Ahora bien, si alguien llega a Londres y pronuncia stick, quien le atienda pensará que está cojo y necesita un bastón. Y a ver cómo logra el camarero un bastón fabricado en Tartaria, Tartaristán o Tatarstán, que de esas tres formas se viene denominando aquella zona de Rusia. Pero si el camarero se lo consigue, dele una buena propina y no porfíe.

PALABRAS

RAFAEL MOYANO 
-El diccionario Oxford ha elegido como palabra del año 2017fake news. En España hemos adoptado estos dos vocablos y los utilizamos más que noticias falsas, su traducción. En 2016 los lexicógrafos británicos se decantaron por post-truth, y esta vez hubo más suerte porque el término que caló en nuestro idioma fue su traducción, posverdad. Este juego de los ránking de palabras no hace más que constatar los cambios sociales y políticos basándose en el incremento del uso ciudadano de determinados términos. En español también tenemos nuestra palabra del año, aunque la de éste aún no ha sido elegida. Se encarga de ello la Fundación del Español Urgente, la Fundeu, que el año pasado eligió populismo, refugiado en 2015, selfie el anterior y escrache en 2013. Tan invadidos estamos por la lengua anglosajona que el término por el que todos nos referimos a las malditas autofotos fue elegido un año después de que Oxford l
o elevara a vocablo estrella en inglés. El desarrollo digital ha venido aparejado de una inflación de términos ingleses en nuestra lengua. Tantos asimilamos que en muchas ocasiones los usamos mal. En su momento nos quedamos con la palabra hacker y la RAE no tardó en incorporarla a su diccionario, como voz inglesa, con la definición de "pirata informático". Según la Real Academia, "una persona que accede ilegalmente a sistemas informáticos ajenos". Para mí, y para el resto de hispanohablantes que encumbramos esta palabra, el hacker es un tipo listo que utiliza sus conocimientos para invadir territorios cibernéticos de otros, un allanamiento de morada virtual. Un delincuente punto cero. Es entonces cuando te asustas al leer que el Ejército va a luchar contra la amenaza de los hackers, los ciberataques, la ciberpropaganda y las injerencias de otros países, haciéndose con una ciberreserva de 2.000 hackers. Ateniéndonos al diccionario, quieren contar con los mejores «chorizos informáticos» para luchar contra los "chorizos informáticos" que ponen en riesgo nuestra seguridad. Pero es que no es así, porque los auténticos hackers se reivindican como expertos cualificados que no tienen nada que ver con la delincuencia, y andan pidiendo a la RAE que cambie la definición errónea del término. Que una cosa son los hackers y otra los crackers (criminal hackers). Cuando un vocablo se abre hueco y se aúpa a la lista de los más usados es difícil cambiarle el sentido. Que se quede ahí y que busquen otro. Las palabras están vivas cuando se usan porque, como dijo el poeta, "¿a dónde van las palabras que no se quedaron?". Al fin y al cabo, el significado original de hacker en inglés es el de un hombre habilidoso con el hacha. Ya me dirán.

domingo, 28 de mayo de 2017

CERCA TUYA, PEDRO

El uso "incorrecto" y desprestigiado del posesivo tras un adverbio se va extendiendo en la política.

ALEX GRIJELMO

Dijo la presidenta de Andalucía en el debate socialista del pasado 15 de mayo, dirigiéndose al ex secretario general del PSOE, Pedro Sánchez: “Cuando la gente que ha trabajado cerca tuya resulta que no se fía de ti, deberías hacértelo ver”. (Y al copiarlo así para este artículo, el corrector informático de Word modifica en un santiamén la expresión, y reescribe sin consultarme: “cerca de ti”).
Parece que el uso de los posesivos aplicados a los adverbios se va extendiendo entre la clase política española. Le pasó esta vez a Susana Díaz, pero el propio Sánchez, como otros muchos, tiene antecedentes en esto. (Tele 5, miércoles 3 de febrero de 2016: “Agradezco que el partido esté detrás mío”).
Tanto “cerca” como “detrás” o “delante” son adverbios y no asumen la misma abstracción de propiedad o pertenencia que permite un sustantivo. O sea: podemos decir “su casa”, pero no “su detrás”.
En la oración “ha trabajado cerca tuya”, esta última palabra evoca la posesión de “cerca”, lo cual sí tendría sentido si se tratara de un vallado: “Esa cerca tuya está muy deteriorada”, por ejemplo. (Y ahora el corrector de Word también pone “cerca de ti” donde yo había escrito “cerca tuya”, pese a ser adecuado en este caso).
Sobre esas construcciones, el Diccionario panhispánico de dudas académico señala en la entrada “cerca”: “Por su condición de adverbio, no se considera correcto su uso con posesivos: cerca mío, cerca suyo, etcétera (debe decirse cerca de mí, cerca de él…)”.
Por tanto, este idioma que los hablantes construyeron con finura durante siglos ha determinado que los posesivos “tuyo”, “suya”, “vuestro”, “nuestro”… puedan ir detrás de un sustantivo, pero no de un adverbio. De ese modo, se puede decir “al lado suyo” porque se puede decir “a su lado”, y se usa “a costa suya” porque cabe expresar “a su costa”. Lo mismo sucede con “alrededor mío” y “a mi alrededor”, ya que se percibe “alrededor” como sustantivo que tiene variación de número (“los alrededores”).
Sin embargo, no se debería decir “delante mío” porque no se puede decir “en mi delante”. Y por la misma razón no valen “detrás suyo”, “encima mío”, “debajo suyo”, “enfrente mío”, “lejos tuyo”…, puesto que no decimos “en mi detrás”, “en mi encima”, “en tu lejos”… La Nueva gramática de la Academia (página 1.361) precisa que tales usos no son recomendables en un lenguaje culto, y que en esos casos el pronombre debe expresarse en su forma personal y con la preposición de: “debajo de ti”, “encima de mí”, “cerca de él”, “enfrente de mí”, “lejos de ella”…
Díaz aplicó además la concordancia en femenino, pese a que los adverbios son invariables (es decir, no tienen género ni número). Dijo “cerca tuya”.
Y la Academia endurece ahí su juicio, precisamente para calificar esta concordancia en femenino como “más desprestigiada” aún que la anterior.
Tal vez algún día se diluyan ésta y otras sutilezas que ha ido formando la evolución del idioma, sobre todo si los políticos insisten en ello. Y esto sería consecuencia de lo que parece sucedernos hoy: el lenguaje culto no se divulga, sino que se vulgariza.

Pero también cabe que ocurra lo contrario: que mucha gente instruida identifique como indoctos y vulgares, y quizás indignos de su confianza, a quienes al hablar en público desdeñan habitualmente el registro culto de la lengua y, por tanto, no son conscientes de lo que eso puede dar a entender.
VISTO EN EL PAÍS

martes, 18 de agosto de 2015

NO ES LO MISMO

Distinguir el fútbol de las elecciones


Publicado en ago 17 2015 - 12:15pm Por Publicado por Nerea Castro« EN INICIATIVA DEBATE

Alberto FernándezZona Crítica – El Diario15/08/201


En fútbol se gana o se pierde. En las elecciones no. En las elecciones se eligen representantes. Luego, en función del número de representantes que se ha elegido éstos pueden hacer una cosa u otra en el órgano de representación correspondiente. Pero, aunque a quienes tienen la cabeza amueblada por el fútbol les parezca que sí, no tiene ningún sentido decir que quien tiene más representantes ha ‘ganado’ las elecciones.
Si en un parlamento de cien representantes, por ejemplo, hubiera 98 partidos que han obtenido un representante, no tiene sentido decir que el partido que ha obtenido dos “ha ganado”. Se habrá dibujado un panorama en el que tendrán posibilidad de salir adelante las iniciativas que logren el acuerdo de 51 representantes, incluyan o no a los representantes del partido que tiene dos.
Las formaciones del bipartidismo se han beneficiado de la visión futbolística de las elecciones, entre otras cosas, porque – aún olvidándonos del sistema D’Hont – de ella se deriva la idea de que votar a un partido que no tiene posibilidades de ganar es tirar el voto. Por eso se entiende bien que a las dos caras del bipartidismo les interese discutir, no cuál es el panorama multipolar que dibujan las encuestas sobre intención de voto y cuáles son sus importantísimas consecuencias sobre la forma en la que podrá articularse la política en un futuro, sino seguir discutiendo sobre quién ha ganado (Entendiéndose por ganar tener la minoría con mayor número de representantes).
El PP lleva tiempo empeñado en el intento de dar una traducción legal a esta antidemocrática forma de entender la política a través de una reforma de la Ley electoral. Ésta garantizaría que quien obtuviera un mayor número de representantes gobernara aunque una mayoría de los representantes elegidos por los ciudadanos a través de otros partidos hubiera podido ponerse de acuerdo para propiciar un programa de signo distinto apoyado por una mayoría de los representantes elegidos. Como si los partidos fueran entidades que se presentan a un concurso cuyo premio es el Gobierno y no instrumentos para facilitar a los ciudadanos la elección de representantes que puedan buscar acuerdos para formar gobiernos o sacar adelante iniciativas legislativas.
Se entiende bien que a las dos caras del bipartidismo les interese discutir, no cuál es el panorama multipolar que dibujan las encuestas sobre intención de voto y cuáles son sus importantísimas consecuencias sobre la forma en la que podrá articularse la política en un futuro, sino seguir discutiendo sobre quién ha ganado
El beneficiario de esta forma de ver las cosas y de la reforma electoral que pudiera inspirar es, en este preciso momento, el PP. Pero es genéricamente el bipartidismo. Por ello no es imposible que el PSOE acabe apoyando la iniciativa. La convicción con la que la ‘ganadora’ de las elecciones en Andalucía sostenía que tenía derecho al premio (y no solo una base importante para negociar) apunta en este sentido.
Lo que es sorprendente es que quienes están por naturaleza llamados a cuestionar el bipartidismo asuman sin ninguna crítica esa terminología y, con ella – el lenguaje nunca es neutro – una concepción de la representación política que nos aboca en el mejor de los casos al bipartidismo.
Lo que podría ser ilusionante no es que Podemos o las candidaturas de unidad ‘ganaran’. Es que la irrupción de Podemos y de nuevas formas de hacer política acabara con la visión de las elecciones como un concurso o un partido de fútbol y abriera la posibilidad de convertirla en una forma de articular la participación de los ciudadanos para tomar decisiones que afectan a todos.
* Alberto Fernández es psiquiatra.


miércoles, 26 de noviembre de 2014


Matrimonios de hombres, patrimonios de mujeres

Algunos vocablos acaban contradiciendo su propio origen cuando la gente así lo decide

 
Álex Grijelmo 9 NOV 2014 - 00:00 CET

 
Una de las críticas que suscitó la ley del “matrimonio homosexual” apuntó contra esas dos palabras más por el sustantivo que por el adjetivo. Algunos opinantes se decían favorables, sí, a la regulación legal de las parejas del mismo sexo, pero cuestionaban que se llamasen “matrimonio” porque ese vocablo se forma sobre la raíz latina mater (madre) y define por tanto la unión destinada a procrear. (artículo entero)

 
 
Álex Grijelmo EN EL PAÍS

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