Distinguir el fútbol de las elecciones
| Alberto Fernández⎮Zona Crítica – El Diario⎮15/08/201
En fútbol se gana o se pierde. En las
elecciones no. En las elecciones se eligen representantes. Luego, en función
del número de representantes que se ha elegido éstos pueden hacer una cosa u
otra en el órgano de representación correspondiente. Pero, aunque a quienes
tienen la cabeza amueblada por el fútbol les parezca que sí, no tiene ningún
sentido decir que quien tiene más representantes ha ‘ganado’ las elecciones.
Si en un parlamento de cien
representantes, por ejemplo, hubiera 98 partidos que han obtenido
un representante, no tiene sentido decir que el partido que ha obtenido
dos “ha ganado”. Se habrá dibujado un panorama en el que tendrán
posibilidad de salir adelante las iniciativas que logren el acuerdo de 51
representantes, incluyan o no a los representantes del partido que tiene dos.
Las formaciones del bipartidismo se han
beneficiado de la visión futbolística de las elecciones, entre otras cosas,
porque – aún olvidándonos del sistema D’Hont – de ella se deriva la idea de que
votar a un partido que no tiene posibilidades de ganar es tirar el voto. Por
eso se entiende bien que a las dos caras del bipartidismo les interese
discutir, no cuál es el panorama multipolar que dibujan las encuestas sobre
intención de voto y cuáles son sus importantísimas consecuencias sobre la forma
en la que podrá articularse la política en un futuro, sino seguir discutiendo
sobre quién ha ganado (Entendiéndose por ganar tener la minoría con mayor
número de representantes).
El PP lleva tiempo empeñado en el intento
de dar una traducción legal a esta antidemocrática forma de entender la
política a través de una reforma de la Ley electoral. Ésta garantizaría que
quien obtuviera un mayor número de representantes gobernara aunque una mayoría
de los representantes elegidos por los ciudadanos a través de otros partidos
hubiera podido ponerse de acuerdo para propiciar un programa de signo distinto
apoyado por una mayoría de los representantes elegidos. Como si los partidos
fueran entidades que se presentan a un concurso cuyo premio es el Gobierno y no
instrumentos para facilitar a los ciudadanos la elección de representantes que
puedan buscar acuerdos para formar gobiernos o sacar adelante iniciativas
legislativas.
Se entiende bien que a las dos caras del bipartidismo
les interese discutir, no cuál es el panorama multipolar que dibujan las
encuestas sobre intención de voto y cuáles son sus importantísimas
consecuencias sobre la forma en la que podrá articularse la política en un
futuro, sino seguir discutiendo sobre quién ha ganado
El beneficiario de esta forma de ver las
cosas y de la reforma electoral que pudiera inspirar es, en este preciso
momento, el PP. Pero es genéricamente el bipartidismo. Por ello no es imposible
que el PSOE acabe apoyando la iniciativa. La convicción con la que la
‘ganadora’ de las elecciones en Andalucía sostenía que tenía derecho al premio
(y no solo una base importante para negociar) apunta en este sentido.
Lo que es sorprendente es que quienes
están por naturaleza llamados a cuestionar el bipartidismo asuman sin ninguna
crítica esa terminología y, con ella – el lenguaje nunca es neutro – una
concepción de la representación política que nos aboca en el mejor de los casos
al bipartidismo.
Lo que podría ser ilusionante no es que
Podemos o las candidaturas de unidad ‘ganaran’. Es que la irrupción de Podemos
y de nuevas formas de hacer política acabara con la visión de las elecciones
como un concurso o un partido de fútbol y abriera la posibilidad de convertirla
en una forma de articular la participación de los ciudadanos para tomar
decisiones que afectan a todos.
* Alberto Fernández es psiquiatra.
Fuente: DIARIO ES /ZONA CRÍTICA
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