miércoles, 1 de junio de 2005

UN HECHO REAL [II]

-Un niño es lo más vulnerable del mundo. Sobre todo, en medio de una guerra. Esta carta pone de manifiesto muchas cosas que aún no se han explicado: lo que ocurrió con algunos pequeños que fueron separados de su familia y que nunca pudieron dar con ella. También se pone de relieve como se comporto el régimen con los vencidos y como colaboraba el estamento eclesial en el “ reciclaje” de los niños “rojos”-.


casas bombardeadas, aviones...son los dibujos de los
Ø Nos encarcelaron a todos.

Cuando llegamos a España, a mi tío se lo llevaron a hacer trabajos forzados y a nosotras nos metieron en unas cárceles que había para mujeres en las que también estaban sus hijos.
De ahí tengo algunos pocos recuerdos, todos horribles. Era un lugar húmedo, pasaba mucha hambre y muchos niños de mi edad morían. Se ve que estuve enferma muchas veces, pero al final me repuse. Todo el mundo que conoce mi historia se queda sorprendido de que sobreviviera. Las condiciones eran durísimas y muchísimos niños murieron allí, en los brazos de sus madres. Cuando entrabas en la prisión, no se apuntaba el nombre de los niños y, por tanto, es como si no existiéramos. Esa irregularidad sirvió para que pudieran esconder todos los atropellos que cometieron.
Un día, me dijeron que me iban a trasladar. Mi tía se negaba, pues no quería que se me llevaran. Recuerdo perfectamente que escribió en un papel mi nombre y me dijo que lo escondiera. Así, pasara lo que pasara, siempre sabría quién era. Y siempre podría buscar a mi familia más adelante.
Se me llevaron, junto a otros niños, mientras todas las madres gritaban y lloraban. Me metieron en un tren y llegamos a una finca perdida en un pueblo de Castilla. Las condiciones no habían mejorado y encima no teníamos a nadie que cuidara de nosotros. La comida era escasa, hacía siempre mucho frío y las monjas nos trataban fatal. Yo apenas comía y me castigaban a servir a las niñas del colegio de pago. Veía todos aquellos alimentos que tenían y no entendía por qué yo era tan desgraciada. Las monjas nos decían que la culpa era de nuestros padres, que eran unos asesinos y que no nos querían.

Ø De una casa a otra.

Un día me dijeron que mis padres me habían encontrado y que me habían venido a buscar. Mi tía me había enseñado fotos de mis padres y, cuando vi a unos señores que no conocía, me puse a llorar.
Recuerdo que la monja me dio un bofetón y me dijo que era una desagradecida.
Me fui con aquellos señores. Aún no entiendo mucho por qué. supongo que era algo así como una adopción. Pero ellos tenían dos hijos más y a mí me trataban como a la criada.
Lo peor de todo es que al cabo de un tiempo(en ese momento no sabía cuándo, los papeles dicen que un año) me devolvieron al orfanato. Se ve que era normal que te adoptasen y, cuando se cansaban de ti, te llevaran de vuelta al centro. ¿cómo se puede tratar así a un niño?
Pues no lo entiendo, pero no fueron sólo ellos los que lo hicieron. En aquel tempo estuve con tres diferentes familias más. Intenté siempre comportarme bien, pero a la larga siempre me acababan devolviendo al orfanato. Me sentía rechazada, triste y pensaba que nunca jamás podrían amarme. Creo que buena parte de los problemas de autoestima que he tenido vienen de ahí.
Con 16 años, me pusieron a trabajar en una fábrica. Al poco me dijeron que el Estado ya no podía hacerse cargo de mí. Durante unos meses estuve en una pensión con otras chicas del orfanato. Entonces decidí que debía encontrar a mi familia. Conservaba todavía el papel de mi tía y mi sueño era volver a Barcelona, donde se suponía que estaba mi familia.

El niño con la muleta y el hombre de la derecha son la misma persona. Amadeo Gracia Bamala nos indicó que él es el pequeño de la fotogarafía. No sólo perdió su pierna, perdió sus padres, su hermana invalida y su niñez, lo recuerda con dolor e impotencia

Ø El reencuentro con mi madre

Pero no era fácil no podía dejar el trabajo y tampoco tenía dinero para viajar. En la fábrica conocí a una amiga que tenía un novio en Barcelona. Estaba dispuesta a ir allá, colándose en los trenes. Y pensé que era la única manera. Me fui con ella y, cuando llegué a Barcelona, sin un duro, ella me tuvo en casa de unos tíos suyos. Esta gente era muy buena y me ayudaron a buscar a mi madre.
Al final di con ella. no podíamos parar de llorar, abrazándonos, besándonos, diciéndonos que nos queríamos... Fue el mejor momento de mi vida. Y ella siempre dijo que también de la suya.
Mi madre no sabía que su hermana y yo habíamos vuelto a España. A mi padre lo habían fusilado y ella malvivía como podía. Estaba enferma de tuberculosis. Sólo pude disfrutar tres años de su compañía. Y, en ese tiempo, intentamos buscar a su hermana, pero fue en vano. El día en que ni madre murió, algo se rompió en mí. ¡Toda mi vida era tan injusta!
Nunca he podido volver a saber de mis tíos. Durante mi búsqueda, me he dado cuenta de que no estoy sola. Hay muchas familias que fueron divididas y nadie ha explicado nuestra historia ni el dolor que hemos pasado.¿Por qué? Estamos en una democracia y creo que se tendría que hacer más para que los niños perdidos pudiéramos, al menos, recuperar nuestra historia.
UN HECHO REAL [I]

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