Reaccionarios, de cara y sin complejos
Cuando se usa el término de maricón, como ha hecho Luis del Val, lo que se expresa es desprecio y odio a los homosexuales
La
carroza de la diversidad, en la Cabalgata de los Reyes Magos en
Puente de Vallecas. INMA
FLORES
De
un tiempo a esta parte escuchamos con frecuencia la defensa abrupta
de posiciones retrógradas cuyos valedores no tienen reparos en
expresarse y hasta presumen de su osadía. Es el pensamiento
reaccionario que irrumpe con ardor guerrero, hoy para reivindicar el
franquismo, mañana para insultar a los homosexuales. Quieren
disputar la batalla de las ideas en el terreno de las palabras. La
alocución matinal que el periodista Luis del Val dedicó el viernes
a la cabalgata de Reyes de Vallecas (Madrid) en el programa Herrera
en Cope es
el último ejemplo de ese desparpajo. Del Val arremete con tanta
furia contra el colectivo gay como contra la “estúpida alcaldesa”
Manuela Carmena por algo que ni siquiera era cierto: la supuesta
sustitución de la carroza real por una del colectivo LGTBI. La falsa
noticia encendió al locutor. Esto fue lo que dijo: “En vez de los
Reyes Magos van a ir drag
queens de
reinas”. “Melchor va a ser un travesti; Baltasar, la tortillera,
y Gaspar, muy hormonado, irá enseñando las tetas”. Y remató:
“Los de Orgullo Vallekano, que van a ensuciar la fiesta, en vez de
ser ellos gais, son maricones de mierda”.
Aunque
pueda parecerlo, no es una anécdota. Es un síntoma. Hay una
reacción cada vez más estridente contra la igualdad de género y
los derechos civiles. A veces se presenta como una crítica a la
tiranía del lenguaje políticamente correcto, pero no son las formas
lo que se combate, sino el fondo. Con el término de maricón,lo
que expresa es desprecio y odio a los homosexuales. Lo que pone
furioso a Del Val es “la exaltación del gay y que los niños
aprendan que pueden ser maricones desde las edades tiernas”. Eso
tiene un nombre, se llama homofobia, pero no le importa: “Si me
acusan de homófobo se pueden ir a la mierda”. Sin complejos.
Actitudes
parecidas se observan en el discurso de los cada vez más crecidos
neomachistas. Su estrategia consiste en resignificar el feminismo
como un movimiento totalitario. Hablan de feminazismo. Niegan
que exista violencia de género, tratan de desacreditar a quienes la
combaten con bulos como el de las falsas denuncias de maltrato y
acusan a los poderes públicos de estar abducidos por una nueva
tiranía, la de las mujeres que quieren echar a los hombres del
poder. Sin complejos.
Son
las ideas reaccionarias y machistas de siempre, solo que quienes las
defienden ya no creen que deban disimular o esconderse. Susan Faludi,
en su celebrado libro Backlash:
The Undeclared War Against American Women(Reacción, la
guerra no declarada contra las mujeres americanas), denunciaba
en 1991 cómo el pensamiento reaccionario se había organizado para
combatir el feminismo tratando de convencer a las mujeres de lo mucho
que habían perdido con el cambio: en lugar de un trabajo, el del
hogar, ahora tenían dos y además pagaban con angustia el precio de
su libertad. Ahora, fracasada la reacción sutil, a los neomachistas,
como a los homófobos, ya solo les queda el ataque frontal.
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