IMPOSTORES
LUCÍA GONZÁLEZ
Pongamos que tienes trabajo y disfrutas de una etapa de
éxito, doblemente afortunado. Por tus logros profesionales acudes a una fiesta
con invitados apasionantes: científicos, artistas, investigadores, escritores…
¡Incluso gente que ha descubierto cosas! Llegas al sarao y empiezas a sentir
que en cualquier momento alguien se va a dar cuenta de que tú ahí no pintas
nada. Empiezas a charlar con otro invitado. Os hace gracia que sois tocayos y,
hablando un poco de todo, te suelta: “Miro a toda esta gente y pienso, ¿qué
diablos hago yo aquí? Esta gente ha hecho cosas extraordinarias. Yo sólo fui
donde me mandaron”.
El escritor Neil Gaiman ha rescatado en un post esta anécdota del día que conoció al
astronauta Neil Armstrong. Contestaba así a un fan que le preguntaba si alguna
vez había sentido el llamado Síndrome del impostor, la sensación de achacar un reconocimiento personal a la
suerte y no a méritos propios. El miedo a que los demás confirmen tu sospecha
de que no estás a la altura.
Puede sonar a falta de autoestima adolescente o a exceso de
timidez, pero es algo frecuente entre adultos. A muchas mujeres nos pasa en entornos laborales masculinos, en parte por
los estereotipos de género que aún arrastramos. Gaiman añade que se quedó más
tranquilo porque si esto le pasaba al primer humano en pisar la Luna es normal
que nos ocurra a todos. O a muchos. Como Martín Scorsese, que también se ha sentido impostor. No hace falta acumular
el vértigo de un puñado de Oscar o de libros de éxito. La inseguridad es algo
muy humano.
VISTO EN EL PAÍS
No hay comentarios:
Publicar un comentario