HEROÍNAS
Javier Pérez de Albéniz | Cuarto Poder | 0
No nos habíamos recuperado del brutal descojone que nos provocó Esperanza Aguirre con su frase para la historia (“Yo destapé la trama Gürtel”) cuando aparece Cristina Cifuentes y suelta otra consigna para enmarcar: "Mi Gobierno denunció el caso Canal ante la Fiscalía hace casi un año" ¡Vaya par de agentes anticorrupción!
Vestidas de paisano, Prada y Versace, se infiltraron en la red mafiosa más poderosa de España. Y desde las mismísimas entrañas del monstruo, ese edificio de la calle Génova reformado con dinero negro, nos engañaron a todos: no solo no eran miembros del hampa, para nada, sino que ayudaron a la justicia a descubrir a la banda que estaba robando el dinero público del país.
Heroínas. Eso es lo que son Cifuentes y Aguirre. Heroínas con más peligro que el opioide derivado de la adormidera. Heroínas de la ley y el orden, supervivientes de un mundo podrido, reinas de la camorra y del descaro, ambiciosas sin límites, mentirosas sin freno. Heroínas cortadas, tóxicas, que están acabando con el futuro de una generación de madrileños. Escuchándolas, podría parecer que el Partido Popular no ha gobernado nunca en Madrid, que estamos ante dos incasables defensoras de la política honrada.
Cifuentes no solo denunció el caso Canal, sino que ahora rompe los lazos con Aguirre y pide al resto de partidos ayuda contra la deshonestidad: “El tiempo de los corruptos en Madrid ha llegado a su fin”, dice, sin sonrojarse lo más mínimo, desde el nido del buitre. Como lo oye. La número uno del PP de la capital de España no sabía nada de la Gürtel, ni de la Púnica, ni de Pokémon, ni siquiera de financiación ilegal o sobresueldos. Es evidente que en sus manos está no solo el fin de la corrupción, sino la unidad de España, el futuro de este país. ¡Tiembla Rajoy!
Y mientras tanto Aguirre, lamiéndose las heridas tras la derrota, insiste en su limpieza inmaculada, en no haber olido jamás el tufo que le rodeaba, en que el lenguaje de la España actual necesita términos que, como sucede con “invigilando”, fomenten la confusión y faciliten el caos.
Nos roban, pero eso no es lo peor. Lo peor es que lo hacen con una sonrisa en el rostro: “si es que son gilipollas…”.
VISTO EN INICIATIVA DEBATE
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