domingo, 6 de marzo de 2016

Patxi López y el congreso censuran a Pablo Iglesias.

La privatización del Parlamento como recinto doméstico sin antagonismos dramáticos ha generalizado un orden de valores más ajustado a un régimen autoritario que a una democracia
SANTIAGO ALBA RICO 05/03/2016


(...) Podrá gustar más o menos, y por distintos motivos, que el discurso de Pablo Iglesias, más allá de su innegable brillantez, fuera áspero, bronco, agresivo y hasta “identitario”, pero creo que era el único posible y no sólo por razones “tácticas”. Sobre todo por razones simbólicas. En ese marco, en ese contexto, con esos votos, su intervención tenía que implicar en sí misma una ruptura y una reconstitución; tenía que ser estrictamente “performativa”: una declaración mediante la cual se enunciase y se consumase públicamente el fin del bipartidismo. Tenía que ser una “apertura de hostilidades” que por eso mismo reabriese el espacio parlamentario como escenario dramático donde se representa de nuevo, o por primera vez, el conflicto entre el pueblo virtualmente en armas (origen mismo del parlamento) y las clases poderosas victoriosas de facto. El peligro cierto de que, al devolver al Parlamento su sentido, encerremos y agotemos en él todo conflicto, descuidando otros espacios de lucha, no debe hacernos olvidar, en cualquier caso, que la función real de la cámara legislativa se expresa en su dimensión teatral y en su escenografía dramática y que es esta recuperación precisamente la que ha soliviantado hasta la histeria a la vieja clase política y a sus medios ancilares, acostumbrados a operar no en el teatro sino en su propia casa.
(...) La inversión de valores en el campo político es aún más grave. Probablemente no fue oportuna –en términos “tácticos”– la segunda alusión de Pablo Iglesias a Felipe González y la “cal viva”. Que se lo reprochen, si acaso, los miembros de su partido. Pero, ¿qué ha tenido que pasar para que se considere “obviamente” más grave, agresiva, calumniosa y antiparlamentaria la verdad que la mentira? Seamos muy rotundos. ¿Qué es la cosa más radical que se puede hacer contra el lenguaje, nuestro marco de convivencia original? Mentir. En la sesión parlamentaria del martes hubo mentiras, mentirijillas, medias verdades y hasta algunas estadísticas, pero ninguna falsedad tan destructiva –tan radical, sí– como la de querer asociar a Podemos con el repugnante asesinato de Isaías Carrasco y con ETA. En un país realmente democrático toda la clase política y todos los medios de comunicación habrían afeado de tal manera la conducta de Pedro Sánchez que la vergüenza le habría impedido volver a presentarse el viernes a la votación o, al menos, le habría obligado a pedir disculpas. Es, sin embargo, el PSOE el que, ofendido y cargado de razón, osa exigir a Pablo Iglesias una disculpa por recordar la incuestionable relación entre su partido, entonces dirigido por Felipe González, señor de los pantanos, y los crímenes de los GAL. La cúpula de su Ministerio del Interior –no lo olvidemos, no lo olvidamos– acabó en la cárcel por ello.
VISTO EN rebelion.org | ARTICULO DE SANTIAGO ALBA RICO

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