El malismo
Ser del montón no es tan difícil, basta con dejarse llevar por la nomenclatura en uso. ¡Pero mira cómo beben los peces en el río!
Si usted
desea formar parte de cualquiera de las corrientes de pensamiento dominantes y
pasar unas Navidades tranquilas, finja que no se ha preguntado todavía quién
facilitó las bombas y los Kaláshnikov a los yihadistas de la masacre de París.
Haga como que no sabe que los ministros de Defensa de este lado venden al otro
las armas con las que luego nos liquidan. Aparente que ignora también de dónde
le llega la financiación al terrorismo, no sea que aparezca en la conversación
algún país amigo, de los que nos regalan automóviles deportivos que se mueren
de risa en el garaje patrio porque consumen mucho y no hay forma de
revenderlos. Olvídese de lo que ha leído en los papeles de Wikileaks o en los
libros de la historia reciente, y que pone al descubierto las conexiones entre
el bien y el mal. Apúntese, como el portavoz del PP, al pensamiento débil y
hable de los malos, sin matices, de manera que nadie le pueda acusar de
buenismo retrógrado.
Ha llegado
la hora del malismo progresista. Sea usted malo para pasar inadvertido en la
cena de Nochebuena. Cuando salga a la conversación la guerra de Irak para
señalar las diferencias entre lo de entonces y lo de ahora, no se le ocurra
insinuar que los bombardeos sobre Bagdad fueron un acto de terrorismo puro y
duro, cuyos responsables gozan de libertad y se forran dando conferencias
magistrales sobre la paz. No nombre la palabra “crimen”, diga que aquello fue
un “error”. La diferencia entre crimen y error, aunque la cantidad de muertos
entre la población civil sea la misma, resulta productiva desde el punto de
vista intelectual y afectivo. Ser del montón no es tan difícil, basta con
dejarse llevar por la nomenclatura en uso. ¡Pero mira cómo beben los peces en
el río!
EL CHISTE DE EL ROTO VA QUE NI "PINTAO"
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