El
desconocido pero sorprendente profeta Juan de Jerusalén efectuó
hace 1000 años una serie de predicciones y profecías que
sencillamente ponen los pelos de punta por su exactitud y visión del
futuro.
Algunas
de ellas hablan claramente de un oscuro poder en la sombra que
gobierna a nuestros mandatarios y de como han caído bajo el poder de
la banca
Las
Profecías de Juan de Jerusalén.
Veo
y conozco.
Mis
ojos descubren en el cielo lo que será, y atravieso el tiempo de un
solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni veis ni conocéis.
Mil años habrán pasado y Jerusalén ya no será la ciudad de
los cruzados de Cristo. La arena habrá enterrado bajo sus
granos las murallas de nuestros castillos, nuestras armaduras y
nuestros huesos. Habrá sofocado nuestras voces y nuestras
plegarias.
plegarias.
Los
cristianos venidos de lejos en peregrinación, allí donde estaban
sus derechos y su ley, no osarán acercarse al sepulcro y a las
reliquias si no es escoltado por los caballeros judíos...
Veo
y conozco lo que será. Soy el escriba.
Cuando
empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre estará frente a la entrada sombría de un laberinto
oscuro. Y al fondo de esa noche en la que va a internarse, veo
los ojos del Minotauro. Guárdate de su furor cruel, tú que vivirás
en el año mil que sigue al año mil.
Cuando
empiece el año mil que sigue al año mil.
El oro estará en la sangre. El que contemple el cielo contará denarios; el que entre en el templo encontrará mercaderes; los mandatarios serán cambistas y usureros; La espada defenderá la serpiente. Pero el fuego será latente, todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra y los hijos de los hijos se convertirán en la nube ardiente; ellos alcanzarán los viejos estandartes.
El oro estará en la sangre. El que contemple el cielo contará denarios; el que entre en el templo encontrará mercaderes; los mandatarios serán cambistas y usureros; La espada defenderá la serpiente. Pero el fuego será latente, todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra y los hijos de los hijos se convertirán en la nube ardiente; ellos alcanzarán los viejos estandartes.
Cuando
empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre habrá poblado los cielos y la tierra y los mares con
sus criaturas; mandará, pretenderá los poderes de Dios, no
conocerá límite. Pero todas las cosas se sublevarán; titubeará
como un rey borracho; galopará como un caballero ciego y a golpes de
espuela internará a su montura en el bosque; al final del camino
estará el abismo.
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