2011: A Brave New Dystopia
Chris Hedges* | truthdig | 27/12/2010
Las dos grandes visiones sobre distopías futuras han sido “1984”, de George Orwell, y “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley. El debate existente entre quienes observaban nuestro deslizamiento hacia el totalitarismo de las corporaciones giraba en torno a quién de los dos escritores tenía razón. ¿Viviríamos dominados, como escribió Orwell, por una vigilancia represiva y un estado de seguridad que utilizaría formas de control brutales y violentas? ¿O, como Huxley imaginó, nos sentiríamos fascinados por el entretenimiento y el espectáculo, cautivos de la tecnología y seducidos por un derroche consumista que envolvería nuestra propia opresión? Pues ha resultado que ambos, Orwell y Huxley, tenían razón. Huxley fue capaz de imaginar la primera fase de nuestra esclavitud. Orwell la segunda.
Como Huxley predijo, el estado de las corporaciones nos ha ido despojando gradualmente, seduciéndonos y manipulándonos con gratificaciones sensuales, artículos baratos producidos en masa, crédito sin límites, teatro político y diversión. Mientras nos iban entreteniendo y envolviendo, fueron desmantelando todo el conjunto de regulaciones que en otro tiempo mantuvieron a raya al depredador estado corporativo, volviendo a reescribir las leyes que nos protegían hasta abocarnos a la pobreza. En estos momentos, el crédito se ha secado ya, los puestos de trabajo medianamente decentes para la clase trabajadora han desaparecido para siempre y los artículos producidos en masa resultan ahora inasequibles, por todo lo cual nos vemos transportados desde “Un mundo feliz” a “1984”. El estado, asfixiado por déficits masivos, guerras sin fin y fechorías corporativas, se desliza hacia la bancarrota. Ha llegado la hora de que el Gran Hermano se apodere del sensorama, de la orgía-porfía y de la bomba centrífuga de Huxley. Estamos pasando de una sociedad donde se nos manipula hábilmente con mentiras e ilusiones a otra donde estamos clara y totalmente controlados.
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Como Huxley predijo, el estado de las corporaciones nos ha ido despojando gradualmente, seduciéndonos y manipulándonos con gratificaciones sensuales, artículos baratos producidos en masa, crédito sin límites, teatro político y diversión. Mientras nos iban entreteniendo y envolviendo, fueron desmantelando todo el conjunto de regulaciones que en otro tiempo mantuvieron a raya al depredador estado corporativo, volviendo a reescribir las leyes que nos protegían hasta abocarnos a la pobreza. En estos momentos, el crédito se ha secado ya, los puestos de trabajo medianamente decentes para la clase trabajadora han desaparecido para siempre y los artículos producidos en masa resultan ahora inasequibles, por todo lo cual nos vemos transportados desde “Un mundo feliz” a “1984”. El estado, asfixiado por déficits masivos, guerras sin fin y fechorías corporativas, se desliza hacia la bancarrota. Ha llegado la hora de que el Gran Hermano se apodere del sensorama, de la orgía-porfía y de la bomba centrífuga de Huxley. Estamos pasando de una sociedad donde se nos manipula hábilmente con mentiras e ilusiones a otra donde estamos clara y totalmente controlados.
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