viernes, 2 de octubre de 2015

CONDECORACIÓN POR ACCIONES EN INTERÉS DE LA PATRIA

Si bien lo pensamos, aún nos pasa poco


Año 2015. El ministro de Interior de un país con 47 millones de habitantes de lo que conocemos como occidente ha condecorado por segunda vez a una virgen. Sí, me refiero a la figura religiosa; esa misma que suele representarse con un muñeco o muñeca de madera, escayola, o lo que sea aquello con lo que se fabrica hoy la imaginería. En este caso, el motivo de los honores no es otro que “(…) premiar las acciones o conductas de extraordinario relieve que redunden en el prestigio del Cuerpo de la Guardia Civil e interés de la patria”. Así, tal como suena.
Respeto cualquier creencia que por sí misma no afecte más que al propio creyente. Creer en vírgenes, santos o milagros, stricto sensu, solo afecta a quien lo cree, incluso a veces de forma positiva. Lo mismo que empapelar una vivienda con imágenes del pato Lucas y hasta ponerle un altar en el lugar de la televisión (mucho más sano, por cierto). No tengo ningún problema con los que creen que hoy existe una raza de reptiles que domina el mundo (y menos si es una forma de denominar a los malnacidos), o con los que consultan a los espíritus, a los que viven de tirar cartas, el humo de un puro, o de rebanarle el pescuezo a una pobre gallina, y tampoco con los que creen que hay una civilización viviendo bajo la corteza terrestre. Allá cada cual. Todos tenemos algún cable sin conexión. Pero una cosa es lo que piense cada individuo, y otra muy distinta lo que ponga en práctica un Gobierno.
Seamos mÍnimamente serios. No es de recibo que un ministro en su sano juicio, o que no sea un auténtico cínico, condecore con una medalla a la advocación de un personaje de un cuento para niños, por muchos seguidores que tenga el cuento. Un cuento que, amalgamado con las monarquías, además de haber cercenado el progreso y la libertad de la humanidad, por aparente contraposición con otros cuentos igualmente nocivos, ha costado la vida a millones de seres humanos, y en ocasiones de forma extraordinariamente cruel, todo hay que decirlo.
Y no, bien pensado no es que no sea de recibo, es que es un insulto.
Pero no es un insulto porque transgreda la ley por mucho que lo reclamen las asociaciones laicas. No lo hace. Este es otro de los engaños de la Constitución de los siete padres y ninguna madre. El Estado español no es laico, sino aconfesional. Y no, no es lo mismo ni se le parece. En realidad es un insulto porque estamos en el siglo XXI y desde el poder se nos sigue considerando un rebaño. Y esto es desesperante, ya que lo hacen porque pueden permitírselo. Los que de verdad mandan en este país y en gran parte del mundo (no me refiero a los títeres políticos que manejan), creen tanto en la democracia como la alta jerarquía de la Iglesia cree en Dios. Pero aquí estamos.
Tenemos medios de comunicación que desinforman, una educación que embrutece, ministros que ponen medallas a muñecos, una democracia que dura 12 horas cada 1461 días, partidos sometidos al capitalismo que hacen políticas demencialmente antisociales y que se dicen de izquierdas, ultraderechas neoliberales que se llaman centro, y nuevas esperanzas que juegan a perpetuar este sistema antipersonas repartiendo caramelos. Pero, con dignas excepciones, seguimos admitiendo el statu quo al considerar interlocutores válidos a reyes, obispos, mercenarios de la política y sus leyes, y periodistas a sueldo del gran capital. Y así no vamos a ninguna parte. Y todo ello con el agravante de contar con una sociedad conscientemente impotente pero mayoritariamente receptiva a una audaz sinceridad política que ni está ni se la espera.
Si lo pensamos bien, aún nos pasa poco. Pero todo es cuestión de tiempo.
PACO BELLO
VISTO EN INICIATIVA DEBATE

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