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La mala pedagogía que se ha instalado en los discursos de lastertulias políticas, así como en editoriales y artículos de opinión envilece la imagen de los partidos políticos en esta fase de incertidumbre donde se aparcan los intereses de los ciudadanos, que una vez más pasan a ser agentes pasivos una vez emitido el voto, cuando los elegidos les convierten en simples testigos, hurtándoles la condición de soberanos que les otorgan antes de las elecciones, dando prioridad a la hora de pactar a la efectividad, al rendimiento.
Así, se habla de que un pacto entre los dos principales partidos sería
nefasto para el PSOE, que las líneas rojas que plantea Podemos son inasumibles y demuestran su
intransigencia, que una posible alianza entre PSOE y Podemos favorecería a los segundos, y en estas diatribas pasan los días los
expertos sin pensar ni debatir sobre la razón única que justifica este sistema
que llamamos democrático: cuáles son los intereses de los ciudadanos. Qué han expresado en la
urnas. Cuál es su mandato. ¿Qué políticas benefician al votante, que ha
manifestado clara y mayoritariamente su posición contra el gobierno anterior?
Con la bochornosa insistencia en exhibir las alianzas postelectorales en
términos de productividad política se denigra la razón de ser de los partidos,
no al peyorativo adjetivo de “casta”, sino al de “negocio”. Se trivializa, se cotidianiza, se convierte
en normal algo que debería ser tratado como una aberración.
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