Vani Hari, autora del blog 'Food Babe'. / ANDY MCMILLAN/NYT (CONTACTO)
La señorita se presenta sola: “Mi nombre es Vani Hari, pero ahora me conocen como The Food Babe. Durante buena parte de mi vida comí todo lo que quise. Era una adicta a las chuches, bebía gaseosas, nunca tomaba verdura, frecuentaba los fast foods y me llenaba de comida procesada. Mi dieta típicamente americana me llevó donde típicamente te lleva: a un hospital. Fue en una cama de hospital, hace más de diez años, donde decidí convertir la salud en mi prioridad número uno”.
Ahora Vani Hari tiene 35, la sonrisa colgate y un blog–foodbabe.com– que, sólo el año pasado, consiguió 54 millones de visitas. Allí muestra su antes y después: una chica gordita se transformó en belleza normalizada porque empezó a comer sano y, para eso, dedicó su vida a estudiar qué nos venden las compañías alimentarias so capa de comida. Food Babe denuncia la cantidad de componentes nocivos que traen los alimentos envasados y es una pesadilla para esas compañías, pero es, sobre todo, el síntoma de una tendencia. Las trampas de la alimentación se han transformado en una de las obsesiones favoritas de los países más ricos: libros, revistas, webs, emisiones de radio y de tevé las rastrean. Lo que comemos debe ser fiscalizado: la comida –como todo lo que nos metemos en el cuerpo– es sospechoso. En tiempos sin cuerpos sociales bien definidos, muchos intentan defender el último bastión, el refugio final: el cuerpo propio. +
FUENTE:EL PAÍS
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