lunes, 29 de junio de 2015

UN MUNDO FELIZ

Comprender cómo nos manipulan
Ignacio RamonetRebelión29/06/2015
Se cumplen 80 años de la primera edición (1935) en lengua española de la gran novela rupturista Un mundo feliz (se había publicado tres años antes en inglés), del filósofo y escritor visionario Aldous Huxley.
Y ante tanta felicidad artificial en nuestros días, tantas manipulaciones y tantos condicionamientos contemporáneos, cabe preguntarse: ¿será útil releer hoy Un mundo feliz? ¿Es acaso necesario retomar un libro publicado hace más de 80 años, en una época tan alejada de nosotros que Internet no existía e incluso la televisión aún no había sido inventada? ¿Es esta novela algo más que una curiosidad sociológica, un best seller ordinario y efímero del que se vendieron, en el año de su publicación, en inglés, más de un millón de ejemplares?
Estas cuestiones parecen tanto más pertinentes cuanto que el género al que pertenece la obra –la distopía, la fábula de anticipación, la utopía cientifico-técnica, la ciencia ficción social– posee un grado muy alto de obsolescencia. Pues nada envejece con mayor rapidez que el futuro. Sobre todo en literatura.
Sin embargo, si alguien, superando estas científico, se vuelve a sumergir en las páginas de esa novela se quedará estupefacto por su sorprendente actualidad. Constatando que, por una vez, el pasado ha atrapado el presente. Recordemos que el autor, Aldous Huxley (1864– 1963), narra una historia que transcurre en un futuro muy lejano, hacia el año 2 mil 500, o, con mayor precisión, hacia el año 600 de la era fordiana, en alusión satírica a Henry Ford (1863-1947), el pionero estadunidense de la industria automovilística (de la que una célebre marca de coches sigue llevando su nombre), inventor de un método de organización del trabajo para la fabricación en serie y de la estandarización de las piezas. Método –el fordismo– que transformó a los trabajadores en poco menos que autómatas o en robots que repiten a lo largo de la jornada un único y mismo gesto. Lo cual suscitó, ya en la época, violentas críticas; pensemos, a este respecto, por ejemplo, en las películas Metrópolis (1926), de Fritz Lang, o Tiempos modernos (1935), de Charles Chaplin.

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