martes, 26 de abril de 2005

Hans Küng habla de Juan Pablo II

Hans Küng es uno de los principales teólogos católicos. Küng es suizo y vive en la ciudad alemana de Tubinga, y lleva décadas de disputas con las autoridades eclesiásticas. Debido a sus críticas, el Vaticano le retiró la autorización de la Iglesia para enseñar en 1979. Sin embargo, Küng, de 75 años, sigue siendo sacerdote y, hasta su jubilación en 1995, enseñaba Teología en la Universidad de Tubinga. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

EL PAÍS - Internacional - 05-04-2005
En apariencia, el papa Juan Pablo II, que ha luchado activamente para acabar con la guerra y la represión, es un símbolo de esperanza para quienes anhelan la libertad. En realidad, su mandato antirreformista ha sumido a la Iglesia católica en una crisis de credibilidad histórica. La Iglesia católica está en una situación desesperada. El Papa ha muerto y merece toda la simpatía del mundo. Pero la Iglesia tiene que seguir adelante y, ante la perspectiva de la elección de un nuevo Papa, necesita un diagnóstico, un análisis sin adornos y desde dentro. De la terapia ya se hablará más adelante.

Muchos se asombraron ante la resistencia del jefe de la Iglesia católica, este hombre tan frágil, parcialmente paralizado, que, a pesar de toda la medicación, casi no podía hablar. Le trataron con una veneración que nunca dedicarían a un presidente de EE UU o un canciller alemán en situación similar. Otros, en cambio, se sintieron engañados por un hombre del que pensaron que se aferró tercamente a su puesto y que, en vez de aceptar la vía cristiana hacia la eternidad, utilizó todos los medios a su disposición para mantenerse en el poder en un sistema fundamentalmente antidemocrático. Incluso para muchos católicos, este
Papa que, en el límite de su fuerza física, se negó a abandonar el poder, es el símbolo de una Iglesia fraudulenta que se ha calcificado y se ha vuelto senil detrás de su fachada relumbrante.
El espíritu alegre que predominó durante el Concilio Vaticano II (de 1962 a 1965) ha desaparecido. Su perspectiva de renovación, entendimiento ecuménico y apertura general al mundo hoy parece haberse nublado, y el futuro no es nada halagüeño. Muchos se han resignado o incluso se han apartado, por la frustración que les provoca una jerarquía encerrada en sí misma. Como consecuencia, numerosas personas se enfrentan a una alternativa imposible: seguir las reglas o dejar la Iglesia. Sólo podrá empezar a haber nuevas esperanzas cuando las autoridades eclesiásticas de Roma y el episcopado cambien de rumbo y se dejen guiar por la brújula del evangelio.

Uno de los escasos atisbos de esperanza ha sido la postura del Papa contra la guerra de Irak y la guerra en general. Asimismo se destaca, y con razón, el papel que desempeñó el Papa polaco en la caída del imperio soviético. Pero también es cierto que los propagandistas papales exageran enormemente su contribución. Al fin y al cabo, el régimen soviético no se derrumbó gracias a él (hasta la llegada deGorbachov, el Papa había logrado tan poca cosa como ahora en China), sino que se vino abajo por las contradicciones sociales y económicas inherentes al sistema.
En mi opinión, Karol Wojtyla no es el mejor Papa del siglo XX, pero sí el más contradictorio, desde luego. Un Papa con muchas cualidades y que ha tomado muchas decisiones erróneas. Para resumir su mandato y reducirlo a un denominador común: su "política exterior" exige a los demás la conversión, la reforma y el diálogo, pero eso contrasta enormemente con su "política interior", dedicada a restaurar la situación anterior al concilio, obstruir las reformas, negar el diálogo dentro de la Iglesia y establecer el dominio absoluto de Roma. Esta misma contradicción se ve en muchos ámbitos. Sin dejar de reconocer expresamente los aspectos positivos de su pontificado, en los que, por cierto, se ha hecho hincapié de sobra desde las instancias oficiales, me gustaría centrarme en las nueve contradicciones más llamativas:

Derechos humanos. De puertas hacia fuera, Juan Pablo II ha defendido los derechos humanos, pero dentro se los niega a obispos, teólogos y, sobre todo, las mujeres.
El Vaticano -en otro tiempo enemigo resuelto de los derechos humanos pero, hoy en día, de lo más dispuesto a intervenir en la política europea- no ha firmado aún la Declaración de Derechos Humanos del Consejo de Europa. Antes tendría que enmendar demasiados cánones del derecho eclesiástico, una ley absolutista y medieval. El concepto de la separación de poderes, la base de toda la práctica legal moderna, no existe en la Iglesia católica. El debido proceso es una entidad desconocida. En las disputas, un mismo órgano vaticano sirve de abogado, fiscal y juez.
Consecuencia. Un episcopado servil y unas condiciones legales intolerables. El pastor, teólogo o seglar que se ve envuelto en una querella legal con los altos tribunales eclesiásticos no tiene prácticamente ninguna posibilidad de ganar.

El papel de las mujeres. El gran adorador de la Virgen María predica un noble concepto de feminidad y, al mismo tiempo, prohíbe a las mujeres que utilicen métodos anticonceptivos y les impide ordenarse.
Consecuencia. La discrepancia entre el conformismo externo y la autonomía de la conciencia, que hace que los obispos se inclinen hacia la postura de Roma y se distancien de las mujeres, como ocurrió con la disputa sobre el tema de la orientación en casos de aborto (en 1999, el Papa ordenó a los obispos alemanes que cerraran los centros de orientación en los que se daba a las mujeres certificados que luego podían utilizarse para abortar). A su vez, esto provoca un éxodo cada vez mayor de las mujeres que, hasta ahora, permanecían fieles a la Iglesia.

Moral sexual. Este Papa, que tanto ha predicado contra la pobreza y el sufrimiento en el mundo, es en parte responsable de ese sufrimiento debido a sus actitudes respecto al control de natalidad y el explosivo crecimiento de la población.
Durante sus numerosos viajes, Juan Pablo II ha proclamado siempre su oposición a la píldora y los preservativos, que manifestó en un discurso pronunciado en 1994 ante la Conferencia sobre Población y Desarrollo de Naciones Unidas en El Cairo. Por consiguiente, se puede decir que el Papa, más que ningún otro estadista, tiene cierta responsabilidad por el crecimiento de población descontrolado en algunos países y la extensión del sida en África.
Consecuencia. Hasta en países tradicionalmente católicos como Irlanda, España y Portugal, la estricta moral sexual del Papa y la Iglesia católica se encuentra con un rechazo tácito o explícito.

Celibato de los sacerdotes. Al propagar la imagen tradicional del cura varón y soltero, Karol Wojtyla es el principal responsable de la catastrófica escasez de sacerdotes, el derrumbe del bienestar espiritual en muchos países y los numerosos escándalos de pedofilia que la Iglesia ya no puede ocultar.
A los hombres que han decidido dedicar su vida al sacerdocio se les sigue prohibiendo casarse. Ése no es más que un ejemplo de que este Papa, como otros anteriores, ha ignorado las enseñanzas de la Biblia y la gran tradición católica del primer milenio, que no exigía ningún celibato a los sacerdotes. Si alguien se ve obligado a vivir sin esposa ni hijos debido a su trabajo, corre gran riesgo de no poder asumir de forma saludable su sexualidad, lo cual puede desembocar en actos de pedofilia, por ejemplo.
Consecuencia. El número de vocaciones ha decrecido y falta sangre nueva en la Iglesia. Dentro de poco, casi dos tercios de las parroquias, tanto en los países de habla alemana como en otros, no tendrán párroco ordenado ni celebraciones habituales de la eucaristía. Es un problema que no pueden ya subsanar ni la afluencia -cada vez menor- de sacerdotes de otros países (en Alemania hay 1.400 sacerdotes procedentes de Polonia, India y África), ni el agrupamiento de parroquias en "unidades de bienestar espiritual", una tendencia muy impopular entre los fieles. El número de sacerdotes ordenados en Alemania ha descendido de 366 en 1990 a 161 en 2003, y la edad media de los curas hoy en activo es superior a los 60 años.

Movimiento ecuménico. Al Papa le gustaba que le considerasen el
representante del movimiento ecuménico. Sin embargo, ha intervenido mucho en las relaciones del Vaticano con las iglesias ortodoxas y reformadas, y se ha negado a reconocer ni a sus cargos eclesiásticos ni sus servicios.
El Papa habría podido hacer caso de los consejos de varias comisiones ecuménicas de estudio y haber seguido la costumbre de muchos párrocos locales, que reconocen los cargos y los servicios de las iglesias no católicas y permiten la hospitalidad eucarística. También habría podido moderar el empeño del Vaticano en conservar un poder excesivo y medieval sobre las iglesias orientales y reformadas, tanto en cuestión de doctrina como en la dirección de la Iglesia, y habría podido acabar con la política vaticana de enviar obispos católicos a regiones en las que predomina la Iglesia ortodoxa rusa.
El Papa habría podido hacer todo eso, pero Juan Pablo II no ha querido. Al contrario, ha querido conservar e incluso extender el aparato de poder de Roma.
Por eso ha recurrido a una duplicidad llena de hipocresía: la política de poder y prestigio de Roma se oculta tras unos discursos pretendidamente ecuménicos y unos gestos vacíos.
Consecuencia. El entendimiento ecuménico topó con una barrera después del concilio, y las relaciones con la Iglesia ortodoxa y las iglesias protestantes han sufrido una asfixia espantosa. El papado, como pasó en los siglos XI y XVI, ha demostrado ser el mayor obstáculo para la unidad entre las iglesias cristianas dentro de la libertad y la diversidad.
Política de personal. Cuando era obispo sufragáneo, y luego como arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla participó en el Concilio Vaticano II. Sin embargo, una vez Papa, ha despreciado el carácter colegiado de la institución que allí se había acordado y ha realzado su papado a costa de los obispos.
Con sus "políticas internas", este Papa traicionó con frecuencia al concilio. En vez de usar palabras programáticas y conciliadoras como aggiornamento, diálogo, carácter colegiado, ecuménico, lo que importa ahora en la doctrina y la práctica son términos como restauración, enseñanza magistral, obediencia y vuelta a Roma. El criterio para designar obispos no es el espíritu del evangelio ni la actitud abierta en temas pastorales, sino la absoluta lealtad a la línea oficial de Roma. Antes de ser nombrado, su fidelidad tiene que pasar la prueba de una serie de preguntas de la curia, y luego queda sellada mediante un compromiso personal e ilimitado de obediencia al Papa que es una especie de juramento de fidelidad al führer.
Entre los obispos germano parlantes amigos del Papa están el cardenal de Colonia, Joachim Meisner; el obispo de Fulda, Johannes Dyba, que murió en 2000; Hans Hermann Groer, que dimitió de su puesto como cardenal de Viena en 1995 -tras varias acusaciones de que, años antes, había abusado sexualmente de unos alumnos-, y el obispo de St. Poeltin, Kurt Krenn, que acaba de perder su cargo después de que estallara un escándalo sexual en su seminario. Estos no son sino los errores más espectaculares de unas políticas de personal desoladoras, que han permitido que el nivel moral, intelectual y pastoral del episcopado cayera peligrosamente.
Consecuencia. Un episcopado en general mediocre, ultraconservador y servil que constituye seguramente la mayor carga de este pontificado tan largo. Las masas enfervorizadas de católicos en los grandes montajes escénicos del Papa no deben engañarnos: durante su mandato, millones de personas han abandonado la Iglesia o se han apartado de la vida religiosa en señal de rechazo.
Clericalismo. El Papa polaco fue un representante profundamente religioso de la Europa cristiana, pero sus apariciones triunfantes y sus políticas reaccionarias fomentan, sin pretenderlo, la hostilidad hacia la Iglesia e incluso la aversión al cristianismo. En la campaña evangelizadora del Papa, centrada en una moral sexual totalmente alejada de nuestro tiempo, se menosprecia especialmente a las mujeres, que no comparten la postura del Vaticano sobre temas tan polémicos como el control de natalidad, el aborto, el divorcio y la inseminación artificial, y están consideradas como promotoras de una "cultura de la muerte". Con sus intervenciones -por ejemplo en Alemania, donde intentó influir sobre políticos y obispos a propósito de la orientación sobre el aborto-, la curia romana da la impresión de tener poco respeto por la separación legal de Iglesia y Estado. Es más, el Vaticano, a través del Partido Popular Europeo, está intentando presionar al Parlamento Europeo para que designe a expertos -por ejemplo, en todo lo relativo a la legislación sobre el aborto- que sean especialmente fieles a Roma. En vez de sumarse a la mayoría de la sociedad y apoyar soluciones
razonables, la curia romana, con sus proclamaciones y su agitación bajo cuerda (a través de las nunciaturas, las conferencias episcopales y los "amigos"), está alimentando la polarización entre los movimientos pro vida y en defensa de la libertad de abortar, entre moralistas y libertinos.
Consecuencia. La política clerical de Roma sirve para fortalecer la postura de los anticlericales dogmáticos y los ateos fundamentalistas. Y además suscita entre los creyentes la sospecha de que pueda estar utilizándose la religión con fines políticos.
Sangre nueva en la Iglesia. Como comunicador carismático y estrella mediática, este Papa triunfó especialmente con los jóvenes, incluso a medida que ha ido envejeciendo. Pero lo consigue, en gran parte, a base de recurrir a los "nuevos movimientos" conservadores de origen italiano, el Opus Dei, nacido en España, y un público poco exigente y leal al Papa. Todo esto es sintomático de su forma de tratar a los seglares y su incapacidad de dialogar con sus detractores.
Las grandes concentraciones juveniles de ámbito regional e internacional patrocinadas por los nuevos movimientos (Focolare, Comunión y Liberación, St. Egidio, Regnum Christi) y supervisadas por la jerarquía eclesiástica atraen a cientos de miles de jóvenes, muchos llenos de buenas intenciones pero, en demasiados casos, sin ningún sentido crítico. En una época en la que faltan figuras convincentes que les sirvan de guía, esos jóvenes se rinden a la emoción de un "acto" compartido. El magnetismo personal de "Juan Pablo Superstar" suele ser más importante que el contenido de sus discursos, y sus repercusiones en la vida cotidiana de las parroquias son mínimas.
Tal como corresponde a su ideal de una Iglesia uniforme y obediente, el Papa considera que el futuro de la Iglesia reside de forma casi exclusiva en estos movimientos seglares, conservadores y fáciles de controlar. A ello le acompaña el distanciamiento entre el Vaticano y la orden jesuita, que está más cerca de los principios del concilio. Los jesuitas, favoritos de otros Papas anteriores por sus dotes intelectuales, su teología crítica y su liberalismo teológico, se han convertido en estorbos dentro de los mecanismos de la política papal de restauración.
En cambio, Karol Wojtyla, ya cuando era arzobispo de Cracovia, depositó toda su confianza en el Opus Dei, un movimiento económicamente poderoso e influyente pero antidemocrático y hermético, vinculado a regímenes fascistas en el pasado y que hoy ejerce su influencia, sobre todo, en las finanzas, la política y el periodismo. El Papa llegó a conceder al Opus Dei un estatuto legal especial y, con ello, liberó a la organización de la supervisión de los obispos.
Consecuencia. Los jóvenes de los grupos parroquiales y las congregaciones (con la excepción de los monaguillos) y, sobre todo, los "católicos corrientes" no organizados suelen permanecer al margen de las grandes concentraciones. Las organizaciones juveniles católicas que discrepan del Vaticano sufren castigos y penurias cuando los obispos locales, a instancias de Roma, les retiran las subvenciones. El papel cada vez mayor de un movimiento archiconservador y falto de transparencia como el Opus Dei en muchas instituciones ha creado un clima de incertidumbre y sospecha. Obispos que antes criticaban al Opus ahora se esfuerzan en llevarse bien con él, mientras que muchos seglares que antes participaban activamente en la Iglesia han retrocedido resignados.

Los pecados del pasado. A pesar de que, en 2000, Juan Pablo II se vio
obligado a confesar públicamente las transgresiones históricas de la Iglesia, dicha confesión no ha tenido consecuencias prácticas.
El elaborado y grandilocuente reconocimiento de los pecados de la Iglesia, realizado en compañía de cardenales y en la catedral de San Pedro, fue vago, difuso y ambiguo. El Papa sólo pidió perdón por las transgresiones de "los hijos y las hijas" de la Iglesia, pero no por los de "los Santos Padres", los de la propia Iglesia, ni los de las jerarquías presentes en el acto.
El Papa nunca habló sobre la relación de la curia con la Mafia; de hecho, ayudó más a encubrir que a descubrir escándalos y actos criminales. El Vaticano también ha reaccionado con mucha lentitud a la hora de perseguir los escándalos de pedofilia en los que se ven envueltos miembros del clero católico.
Consecuencia. La confesión papal, hecha con escaso entusiasmo, no tuvo repercusiones, no sirvió para corregir ni para hacer nada, fueron sólo palabras.
Para la Iglesia católica, este pontificado, a pesar de sus aspectos positivos, ha sido una gran desilusión y, a fin de cuentas, un desastre. Con sus contradicciones, el Papa ha conseguido polarizar a la Iglesia, distanciarla de muchísimas personas y sumirla en una crisis histórica, una crisis estructural que ahora, tras un cuarto de siglo, está revelando carencias fatales en materia de desarrollo y una enorme necesidad de reforma.
En contra de las intenciones del Concilio Vaticano II, se ha restaurado el sistema medieval de Roma, un aparato de poder con rasgos totalitarios, gracias a unas políticas intelectuales y de personal astutas e implacables. Se metió a los obispos en cintura, se sobrecargó a los párrocos, se calló a los teólogos, se privó a los seglares de sus derechos, se discriminó a las mujeres, se ignoraron las peticiones de los sínodos nacionales y los fieles, y a ello hay que añadir los escándalos sexuales, la prohibición del debate, la explicación simplificada de la liturgia, la prohibición de los sermones de teólogos laicos, la incitación a la denuncia, la denegación de la Sagrada Comunión... ¡No se puede culpar al "mundo" de todo eso!
El resultado es que la Iglesia católica ha perdido por completo la gran credibilidad de la que gozó durante el papado de Juan XXIII y tras el Concilio Vaticano II.Si el próximo Papa continúa la política de este pontificado, no hará más que reforzar una enorme acumulación de problemas y convertir la crisis estructural de la Iglesia católica en una situación sin salida. El nuevo Papa tiene que optar por un cambio de rumbo e inspirar a la Iglesia para que emprenda nuevos caminos, en el mismo espíritu que Juan XXIII y de acuerdo con el impulso de reforma surgido del Concilio Vaticano II

domingo, 24 de abril de 2005

FRANCO. EL GRAN MANIPULADOR (III)


VALLE DE LOS CAIDOS

Sin embargo, sería absurdo sugerir que Franco era todo imagen, sin nada de sustancia. Al asegurarse la ayuda del Eje, prácticamente garantizó el triunfo, pero su empeño también fue esencial para la victoria de los nacionales. tenía la capacidad-la misma que tiene un buen entrenador deportivo- de mantener la moral de sus seguidores en ebullición. Durante la guerra civil, en los momentos más negros para los nacionales. Levantaba mentes y espíritus con afirmaciones categóricas de lo que denominaba su “fe ciega”. Su serenidad quedó patente repetidas veces con su extraordinaria capacidad de capear temporales en su contra, en los momentos más difíciles de aislamiento internacional al acabar la II Guerra Mundial y durante la guerra fría, cuando él aguantaba sin inmutarse mientras sus consejeros estaban convencidas de que se avecinaba el fin. Esta sangre fría se reflejó en su indiferencia ante las protestas sobre las atrocidades cometidas en las zonas controladas por él durante la guerra civil. El alcance de la represión en la guerra y durante los años cuarenta sorprendió a fascistas italianos como Ciano y Farinacci, e incluso a Himmler. La crueldad de Franco la facilitaban aún más su falta de imaginación y su convencimiento de que era un Cid contemporáneo que había salvado a su nación. A Franco como rey guerrero ( rey caudillo) le excitaba personalmente y, al mismo tiempo, era crucial para lo que pasaba por ideología en su dictadura. En cuadros y carteles, en las ceremonias de su régimen, se creó la impresión de que Franco era omnipotente y capaz de verlo todo, mediante la proyección de una imagen de santo cruzado al que Dios había confiado una misión. Franco salió de la guerra civil con mayores poderes- al menos en teoría- que Felipe II. Y así como antes se había presentado como un cruzado medieval que iba a reconquistar España de manos de los moros, en un paso previo a la construcción de un gran imperio mundial, ahora empezó a considerarse semejante a un gran constructor de imperios como Carlos I o Felipe II. La única forma de lograrlo era subirse al carro de Hitler. Fue una suerte para Franco que el Führer no estuviera preparado para concederle el imperio francés en el norte de África, reconstruir al ejército español y emprender la reconstrucción económica del país. La derrota de Hitler en 1945 significó el final de lo que, hasta ese momento, había sido una cadena casi ininterrumpida de triunfos para Franco. Pero él siempre fue el supremo pragmático. No tenía ninguna visión ideológica de largo alcance que le limitara en sus decisiones, como les había ocurrido a Hitler y Mussolini. No consideró necesario morir en las ruinas del búnquer.

Franco decidió aguantar la hostilidad de los aliados y lo hizo con un grado de astucia e intuición que hace imposible dudar de su extraordinaria inteligencia política. Durante la llamada noche negra del franquismo, su círculo inmediato de colaboradores tenió que llegara el fin de su poder, pero Franco decidió que lo mejor que podía hacer era rescribir la historia de su papel en la II Guerra Mundial. Después de casi 10 años de estar sometido a la adulación diaria, era incapaz de ver las contradicciones entre sus necesidades políticas personales y las de España. Desechó las criticas extranjeras contra su persona y dijo que eran obra de una conspiración masónica contra España. Durante la guerra fría hizo de la prensa una utilización vergonzosa, como instrumento para su supervivencia y para sus caprichos políticos. Se insistió a diario en la noción de que Franco- el hombre que con tanta diligencia había cortejado a Hitler- había salvado personalmente a España de la II Guerra Mundial. Y el ostracismo internacional provocado por su adhesión al Eje se presentó como un perverso asedio internacional motivado por la envidia de los demás países debido a lo que él había hecho por España. La nueva imagen pasó a ser la del heroico comandante de Numancia. Era incapaz de concebir que el descontento de otras personas pudiera tener una explicación objetiva, sino que lo consideraba obra de agitadores comunistas extranjeros y siniestros francmasones. Este alejamiento de la realidad le daba a Franco una confianza total en sí mismo, sin ningún viso de autocrítica. La convicción de que siempre tenía razón le proporcionaba la flexibilidad necesaria para adaptarse sin cesar a los cambios de las circunstancias nacionales e internacionales.
El éxito en esa tarea culminó con la firma del Concordato con el Vaticano ly el pacto con Estados Unidos de 1953. en la cima de su poder, Franco empezaba a forjar una nueva imagen, una nueva máscara: la de padre del pueblo, un papel que, con el paso de los años, se transformaría en la del bondadoso abuelo del pueblo. Sin embargo, a mitad de los años cincuenta, Franco no sólo no había logrado hacer realidad sus sueños imperiales, sino que, al contrario de lo que decía la propaganda del régimen, gobernaba un proceso de empobrecimiento nacional gracias a la política económica de la autarquía. En 1957 era evidente que España estaba al borde de la bancarrota. Franco tenía 65 años, una edad en la que la mayoría de la gente piensa en la jubilación. La dimensión y la complejidad de los problemas económicos de España empujaron a Franco a reconocer que hacían falta mentes más expertas que la suya. En consecuencia, ante el temor de que volviera el gasógeno a las calles españolas, Franco entregó el gobierno cotidiano y concreto del país, muy a su pesar, a los tecnócratas. Ése fue el momento en el que, en la práctica, Franco se retiró del puesto de jefe de Gobierno ejecutivo, par asumir un nuevo papel, mucho más ceremonial, como jefe de Estado. A partir del final de los años cincuenta pudo abandonar gran parte de las preocupaciones del Gobierno y dejó la administración del día a día en manos del almirante Luis Carrero Blanco y su equipo de tecnócratas. Él se quedó con numerosas obligaciones rutinarias que cumplía al estilo de un monarca: recibir a numerosas personas en audiencia, inaugurar obras públicas, presidir las reuniones de los consejos de ministros y asistir a servicios religiosos. Mientras otros se encargaban de las complejas tareas diarias de gobierno, Franco dedicó el resto de su vida a cazar, pescar, ver cine, televisión y fútbol, hacer quinielas y trabajar en el gran proyecto político que le quedaba: la preparación del posfranquismo, una monarquía franquista en la que él iba a escoger a su sucesor.

Por encima de todo siguió siendo intensamente consciente de la importancia de la imagen. Da la impresión de que se creía su propia propaganda. Aunque, por otro lado, su astucia parece contradictoria con semejante desconocimiento de sí mismo. En una ocasión le dijo a Ernesto Jiménez Caballero: Usted no ha sido nunca ministro conmigo, ¿ verdad, Jiménez?”. El famoso surrealista, con la sensación de que se aproximaba en ascenso, se apresuró a responder: “No, excelencia”. Franco replicó con maliciosa tranquilidad: ¿Y por qué será eso?”. Éste es el contexto en el que hay que valorar las frecuentes afirmaciones de Franco de que no era un dictador. era capaz de juzgarse benévolamente a sí mismo con total sinceridad, convencido, en cierto modo, de que el hecho de que dejase hablar a sus ministros en las reuniones del Gabinete compensaba con creces el Estado del partido único, la censura, los campos de concentración y la maquinaria del terror. Además, las decisiones que consideraba verdaderamente importantes las tomaba, muchas veces, al margen del Consejo de Ministros. Dado que podía leer a diario, en la prensa del movimiento, que era el salvador de España, amado por todos menos por los siniestros agentes de las fuerzas ocultas, no es de extrañar que Franco no se considerase un dictador.

Esa opinión la facilitaba aún más el hecho de que Franco tenía una autocomplacencia que le permitía distanciarse, con absoluta sinceridad, de las consecuencias de sus acciones. Durante la II Guerra Mundial hubo muchas ocasiones en las que sencillamente no estaba para nadie, huía de las responsabilidades del Estado y se iba a cazar o a pescar. Así ocurrió durante los días cruciales de la invasión alemana de Rusia en junio de 1941. o durante las primeras horas de la Operación Antorcha, a comienzos de noviembre de 1942, cuando el embajador estadounidense, Hayes, informó al ministro de Asuntos Exteriores, Jordana, de que los aliados no tenían intenciones hostiles respecto a España. Esa misma actitud pudo verse en su forma de abordar la lucha interna por el poder en los años cuarenta. Cuando los militares se le quejaban, él- jefe nacional de FET y de las JONS- hacía caso omiso y decía que “ con estos falangistas nada se puede hacer”,; o decía-él, que era generalísimo de los ejércitos- a Ramón Serrano Súñer que diversas sugerencias eran imposibles porque”con estos militares no se puede hacer nada”. Es conocida la historia de que, cuando su amigo el general Agustín Muñoz Grandes se interesó por el destino de general Camping, en otro tiempo compañero suyo de estudios en la Academia Militar de Zaragoza, Franco contestó:” Le fusilaron los nacionales”, como si él no hubiera tenido nada que ver en el asunto.

La notable falta de una memoria popular duradera sobre el Caudillo es un indicio de la pérdida de relevancia que fue teniendo un Franco cada vez más enfermo durante los últimos años de la dictadura. Un ejemplo es este incidente de 1968 en Santander. Después de una reunión para informar sobre asunto ministeriales, un miembro del Gabinete le pidió que le firmara una fotografía en la que aparecían ambos, junto a otros ministros. Franco aceptó, se puso la gafas, cogió una pluma y vaciló, miró al ministro y le preguntó:”¿Cómo se llama usted?”. Se dice que, a principios de los años sesenta, muchas veces no podía recordar a figuras importantes del régimen y que, cuando le preguntaba a su mujer, doña Carmen le respondía:”Si Paco, ¿no te acuerdas? Ése que le hicimos ministro en el año tal”. El olvido colectivo del Caudillo es además, sobre todo. Consecuencia del desarrollo que ha experimentado España desde 1975. En el año 2000, Franco sigue siendo un personaje contradictorio que, para la mayoría de los jóvenes españoles, parece pertenecer a un lejano pasado histórico.
FRANCO EL GRAN MANIPULADOR. (I) Y (II)

FEDERICA MONTSENY, UNA PIONERA

La primera mujer ministra de Europa era anarquista y española

MADRID.- Federica Montseny fue una pionera, a la vanguardia en sus ideas y en su acción política, que se convirtió en la primera mujer ministra de España y de Europa occidental. También es una gran desconocida, de cuyo nacimiento se cumplen ahora los 100 años. La periodista de EL MUNDO Irene Lozano ha reconstruido la vida "excepcional" de esta dirigente de la CNT, escritora y periodista en “Federica Montseny. Una anarquista en el poder” (Espasa).
De lo extraordinario de la figura de Montseny dio cuenta la ministra de Sanidad, Elena Salgado, quien presentó el libro en Madrid en sustitución de la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega (de visita luctuosa en Castellón): "Tuvieron que transcurrir 47 años para que otra mujer ocupara un puesto en el Consejo de Ministros español, cuando Soledad Becerril fue nombrada ministra de Cultura en 1983".
Pero Federica Montseny se merece un lugar en la historia reciente de España no sólo por haber sido la protagonista de "un hecho excepcional ocurrido en una situación excepcional", la Guerra Civil, sino también porque fue "un nuevo tipo de mujer" -destacó la ministra Salgado- que en su gestión política se adelantó casi un siglo a las políticas sociales de hoy.


Así, Irene Lozano recordó que durante su corto mandato al frente de la cartera de Sanidad y Asistencia Pública (noviembre de 1936-mayo de 1937) puso en marcha por primera vez en España programas de ayuda a los desfavorecidos, convirtió los orfanatos en “hogares de la infancia”, creó “liberatorios de prostitución” donde las prostitutas aprendían oficios, intentó regular el aborto -se opusieron el resto de los ministros del Gobierno de Largo Caballero- y se ocupó de los refugiados de la guerra. "Ella decía que sus medidas eran reformistas, pero en realidad, vistas desde ahora, sencillamente eran revolucionarias", resaltó laautora. Para este último fin contó con un crédito extraordinario, el único que se le proporcionó, de cinco millones de pesetas.

Las sombras

Lozano tampoco oculta en su libro las contradicciones y sombras que acompañan a Montseny. De ellas, la primera, quizá, la paradoja que subtitula la biografía y que acució también a los otros tres ministros de la CNT que le acompañaron en la aventura de integrar el Gobierno socialista. De hecho, Montseny fue quien más se resistió a aceptar la oferta de Largo Caballero. Temía el juicio de la posteridad ("quedaría como un sublime acto de audacia o como un garrafal error de rectificación") a unos anarquistas que accedían a formar parte del Estado al que combatían, pero también era consciente del "golpe de efecto" que representaba al entrada de una mujer en el Consejo de Ministros. "Es la liquidación del anarquismo y de la CNT", le reprochó su padre.


No fue ésta la única contradicción de una mujer que nació en una familia acomodada y encabezó un sindicato obrero. Lozano explica que despreciaba el feminismo pero defendió los derechos de la mujer, pasó más de la mitad de su vida en el exilio pese a amar a su país, vivió a sueldo de su organización mientras defendía con ardor las ideas más revolucionarias y en lugar de convertirse en la escritora que quiso seguir tuvo que conformarse con ser propagandista y, eso sí, una magnífica oradora.

Los 88 años de Montseny, su vida personal y política, la peripecia en el París ocupado por los nazis y las largas décadas en el exilio francés son contadas en 400 páginas de "lectura apasionante, a medio camino entre el relato de aventuras y el reportaje, con un lenguaje cinematográfico", en palabras de la ministra Salgado. Atrapada aún por el personaje, Irene Lozano trabaja ahora en una antología de la obra periodística de Federica Montseny.

viernes, 22 de abril de 2005

Franco. El gran manipulador (II)


Franco y Millán Astray en el acto fundacional de la Legión. La actitud soberbia y desafiante de los dos compañeros de armas inuguraba la leyenda del dictador.

Después de que Franco ascendiera a general de brigada, en febrero de 1926, dejó de ser centro de tanta atención periodística. No obstante, su nombramiento como director de la Academia General Militar de Zaragoza, en 1928, le transformó en una figura pública de cierta importancia. A finales de mayo de 1928, la revista Estampa, predecesora de ¡Hola!, entrevistó a Carmen Polo y su marido. Al preguntarle si estaba satisfecho de ser lo que era, Franco replicó, en tono sentencioso: “ Estoy satisfecho de servir a mi patria al máximo”. Al preguntarle cuáles eran los tres mejores momentos de su vida, Franco respondió; “ El día que desembarcó el Ejército español en Alhucemas, el instante de leer que Ramón había llegado a Pernambuco y la semana que nos casamos”. El hecho de que el nacimiento de su hija Carmen no figurase en la lista indica que estaba más ansioso por proyectar una imagen de patriotismo libre de emociones poco viriles. Luego le preguntaban cuál era su mayir ambición, y él revelaba que era “ que España vuelva a ser todo lo grande que fue antaño”. Al inquirir si era un hombre político, Franco replicaba con firmeza: “” Soy militar”, y declaraba que su deseo más ferviente era “ pasar en todo momento desapercibido. Yo agradezco mucho ciertas manifestaciones, pero puede imaginarse lo molesto que resulta al cabo sentirse frecuentemente contemplado y comentado”.

Con la llegada de la República, el uso de la prensa por parte de Franco se hizo mucho más defensivo. El 18 de abril de 1931, Abc publicó una carta cuyo texto le había preparado su cuñado, Ramón Serrano Suñer. Habían corrido rumores de que quizá le hicieran alto comisario de Marruecos, uno de los puestos más deseables del Ejército. En la carta, él negaba que le hubieran hecho una oferta de ese tipo, para distanciarse del nuevo Gobierno republicano, y decía que “ni el Gobierno provisional ha podido pensar en ello, ni yo había de aceptar ningún puesto renunciable que pudiera por alguien interpretarse como complacencia mía anterior con el régimen recién instaurado o como consecuencia de haber podido tener la menor tibieza o reserva en el cumplimiento de mis deberes o en la lealtad que debía y guardé a quienes hasta ayer encarnaron la representación de la nación en el régimen monárquico”.

A partir de entonces, Franco estuvo demasiado ocupado sobreviviendo y, después, conspirando contra la República, para preocuparse por construir una imagen. Sin embargo, cuando comenzó la guerra civil, su sentido instintivo del valor de la prensa volvió a serle útil. No hay duda de que el ascenso de Franco al poder en la zona nacional se basó en sus indiscutibles cualidades y triunfos militares y en su astuto e implacable empeño en ser Generalísimo y posteriormente Caudillo.

Para este último fin, su manipulación de la prensa mundial iba a tener una importancia fundamental. Por su gran reputación de ser uno de los oficiales mejor preparados y más competentes del Ejército español, su decisión de unirse al alzamiento en Marruecos sirvió para levantar la moral de los rebeldes en todas partes. Asimismo, su contagiosa “fe ciega” en la victoria y su capacidad de inventiva ante las dificultades ayudó a los rebeldes a superar los reveses de los primeros días. Franco destapó su ambición cuando, al morir Sanjurjo, dio por sentado que él pasaba a ser el jefe de la rebelión e informó de ello a alemanes e italianos.

La primera gran aportación de Franco a la causa nacional fue su solución al problema de transportar al Ejército de África a la Península, después de que el amotinamiento de la flota dejara el Estrecho en manos de la República. Franco recurrió a la revolucionaria idea de que el Ejército cruzara el Estrecho por aire y rompiendo el bloqueo en el mar. Ante las enérgicas dudas de sus ayudantes, decidió enviar un convoy de tropas por mar desde Ceuta. Fue una de las pocas ocasiones en las que Franco, el planificador precavido y meticuloso, asumió un riesgo lleno de audacia. La prensa internacional y la prensa española nacional recibió comunicados en los que se le calificaba de comandante en jefe de las fuerzas nacionales. Fue un factor esencial a la hora de obtener el apoyo de las potencias del Eje. Y tampoco se olvidó de la influencia que la prensa podía tener en la moral de sus enemigos republicanos. Así quedó claro en una entrevista concedida al periodista norteamericano Jay Allen en Tetuán, el 27 de julio, en la que se le presentaba como “jefe de los facciosos españoles”. Cuando Allen le preguntó:” Ya que el golpe de Estado ha fracasado, ¿ Cuánto tiempo va a durar la masacre?”. Franco contestó, tranquilamente:” No puede haber concesiones ni tregua. Yo continuaré preparando el avance sobre Madrid, avanzaré y tomaré la capital”-gritó- . “ Salvaré España del marxismo al precio que sea”. “ Le pregunté si no se había llegado a un punto muerto. Me miró francamente sorprendido y dijo: “No, no ha habido obstáculos. La deserción de la flota fue un golpe, pero continuaré el avance. Pronto, muy pronto, mis tropas habrán pacificado el país, y todo esto ( el general movió la mano señalando hacia España) pronto parecerá una pesadilla”. “ Mi pregunta: ¿ Eso significa que tendrá usted que fusilar a media España? El general Franco sacudió la cabeza y, sonriendo, dijo: “Repito, cueste lo que cueste”.

Para Franco, la lucha por el poder en el futuro era tan importante como la posible victoria. Tanto Franco como Mola consideraban evidente que, para librar eficazmente la guerra, eran necesarios un solo mando militar global y algún tipo de aparato diplomático y político centralizado. Franco ya había creado un equipo dedicado a ese fin. Además, pronto iba a inclinar la balanza por completo al desviar sus columnas africanas hacia Toledo para liberar el Alcázar sitiado, pese a las repercusiones militares de permitir que Madrid organizara su defensa. Para él era más importante alimentar su posición política mediante una victoria emocional y un gran golpe propagandístico que una rápida derrota de la República. Si Franco hubiera avanzado sobre Madrid inmediatamente, no le habría dado tiempo a consolidar su posición política de manera irrevocable. A petición suya, el 21 de septiembre se celebró, cerca de Salamanca, una reunión de la Junta de Defensa Nacional junto con otros generales nacionales, para resolver la cuestión del mando único.

Escogieron a Franco convencidos, en aquel momento, de que con ellose limitaban a garantizar la unidad de mando necesaria para la victoria y la ponían provisionalmente en sus manos. El general dio un paso más con el golpe propagandístico de la liberación del Alcázar el 27 de septiembre. Dos días después recrearon la operación para la prensa y los noticiarios de todo el mundo, cuya presencia se había prohibido el día de la acción real. Cuando le designaron “Jefe del Estado”, el título completo, Jefe de Gobierno del Estado Español, y la puntualización “ mientras dure la guerra” desaparecieron de los cimunicados de prensa.

La realidad la creó el poder de la prensa, más que el acuerdo entre los generales. Se utilizaron los medios de comunicación para elevar la figura del Caudillo. Su primer jefe de prensa ly propaganda fue el general José Millán Astray, que dirigía la oficina de prensa como si fuera un cuartel militar. Obligaba a los periodistas a alinearse cuando tocaba el silbato y les sometía a arengas disparatadas como las que le habían hecho famoso en la Legión. Se hizo uso de la prensa y los carteles para forjar una aparente similitud entre Franco y el Cid. Colaboradores como Dionisio Ridruejo, Ernesto Jiménez Caballero y Fermín Yzurdiaga ayudaron a crear una iconografía que equiparaba la guerra contra la izquierda y las regiones con la reconquista de España de manos de los moros. También se aprovechó para propósitos nefandos como la falsificación de lo que había ocurrido en realidad en Gernika.

Paul Preston. (Continuará) .

Franco. El gran manipulador(I) y (III)

El tsunami deslocalizador

Un ciudadano alemán se ha jubilado y se traslada a vivir, como tantos otros, a Mallorca; para construir su casa y que le salga más barata decide contratar a una compañía de servicios de construcción letona. Los letones que trabajen para ese empeño lo harán bajo las condiciones del derecho laboral letón, con sueldos letones, que son mucho menores que los de los españoles. Esto es lo que habría significado la aprobación de la directiva Bolkestein ( por el nombre del comisario holandés que la presentó) y que ha quedado sometida a revisión en la última cumbre del Consejo Europeo de Bruselas.
El pelegro de que una liberalización de servicios en la UE, bajo el principio” del país de origen”, genere dumping social y ecológico y una nueva oleada de deslocalizaciones, está detrás del enorme malestar social que se manifiesta en estos momentos en Francia y que ha supuesto que en pocas semanas los sondeos sobre el referéndum constitucional ( que se celebrará el 29 de mayo) den un no mayoritario. Con una característica añadida: que el aumento de ese no proviene sobre todo de las filas de la izquierda y de aquellos que defienden el modelo social europeo.

En enero de 2004, la Comisión Europea de Romano Prodi aprobó por unanimidad da directiva Bolkestein, cuyo contenido pasó prácticamente inadvertido hasta hace escasas fechas. Su filosofía es coherente con el resto del discurso europeo: practicada la libertad de movimientos de capitales y mercancías, había que abordar la de los servicios, dado que este mercado representa el 70% del PIB comunitario. Dinamizar la economía derribando los obstáculos existentes para que una empresa de un país se instale en otro sin discriminaciones burocráticas es una cosa; hacerlo bajo la legislación laboral y ecológica del país de origen es otra distinta. En estos momentos, la revisión de la directiva Bolkestein se va a hacer, sobre todo, en dos capítulos: el “ principio del país de origen” y la exclusión de la misma de los servicios de interés general, y en especial de los de carácter público como los sanitarios.

La inquietud europea sobre la amplitud del movimiento deslocalizador no puede dejarse de lado porque sea un intangible. La liberalización del sector textil, a principios de año, está teniendo como consecuencia una invasión de importaciones de ese tipo de productos, que llegan de países asiáticos, a un precio muy inferior, con las consecuencias que ello tiene en el empleo y en los salario. La directiva Bolkestein generaría un proceso de deslocalización de primera derivada ( ya que se trata de una deslocalización en el seno de la UE), al que hay que añadir la deslocalización de segunda derivada: la de aquellas empresas que abandonan la región europea para instalarse en Asia.

El tsunami deslocalizador ha adquirido mayor actualidad porque ya no es, como en el pasado, una deslocalización industrial-cuyos perdedores eran, en primera instancia, trabajadores con escasa cualificación-, sino de una deslocalización de los servicios ( out sourcing) que afecta a los empleos de los trabajadores cualificados y a algunas profesiones liberales, que tienen mayor capacidad de opinión pública que los primeros. El profesor David Cohen lo describía con nitidez en Le Monde:” De la noche a la mañana hay oficios que se creían protegidos y ahora se encuentran en el mercado mundial, para bien o para mal. Siempre hará falta un médico sobre el terreno que ponga el oído sobre el pecho de un paciente, pero ya no necesariamente para examinar sus radiografías.
Un radiólogo indio puede ofrecer un análisis útil y más barato o, al revés, si el caso es difícil, la opinión del mayor especialista internacional podrá solicitarse a través de la red... El médico de cabecera encuentra un apoyo técnico que incrementa su productividad: sale ganando con la globalización. Su colega radiólogo, al igual que las regiones industriales, deberá luchar duro para hacerse un hueco en el segmento más elevado del mercado”
Joaquín Estefanía. El País

Franco. El gran manipulador (1)


A lo largo de su vida Franco se dedicó a rescribir su historia y a construirse una imagen de héroe abnegado. Su astucia política le llevo ya desde sus tiempos de África a descubrir el valor de la utilización de la prensa.

La mejor pista para descifrar el enigma que fue Franco se encuentra el propio enigma. Franco creó durante toda su vida el misterio, a base de rescribir constantemente su propia historia. En los primeros tiempos, esa actitud era síntoma de inseguridad: más adelante, una forma de confundir a quienes rivalizaban con él por el poder. Incluso es posible que, en lo que respecta a la muerte de cientos de miles de sus compatriotas durante la guerra civil y la represión de los años cuarenta, reflejara el deseo de exonerarse de responsabilidad. El caso es que, en cuanto pudo empezar a influir en la percepción que la gente tenía de él, Franco adoptó la imagen desmesurada de sí mismo que construía su propia propaganda. Su afición a compararse con los grandes héroes guerreros y los constructores del imperio en la historia de España, sobre todo el Cid, Carlos V o Felipe II, se convirtió en un hábito sólo en parte derivado de leer su propia prensa o escuchar los discursos de sus partidarios. Franco disfrutaba con las disparatadas exageraciones de su propaganda. A lo largo de toda su vida se dedicó a rescribir periódicamente su historia.

El mejor ejemplo es su obra Raza. Anecdotario para el guión de una película, inequívocamente autobiográfica. En la novela, y en la película posterior, la creación del protagonista, un marino heroico, le sirvió para sustituir a su verdadero padre y construir un personaje central de romanticismo desenfrenado, capaz de plasmar sus fantasías y reparar las frustraciones de su vida. Raza no fue más que la manifestación más extrema y caprichosa de los incansables esfuerzos de Franco para crear un pasado perfecto. Y, como su diario de guerra de 1922, proporciona elementos inestimables que permiten conocer mejor su psicología. En sus textos diseminados y sus miles de páginas de discursos, en los fragmentos de sus memorias inacabadas y en incontables entrevistas de prensa, adornó constantemente el papel que había desempeñado y las cosas que había dicho en incidentes concretos, se las arregló siempre para quedar de la mejor manera posible y suministró la materia prima necesaria para garantizar que cualquier biografía fuera una hagiografía. La persistencia de tantas leyendas favorables da fe de hasta qué punto consiguió manipular los medios de comunicación.

El proceso comenzó tan pronto como sus aventuras en África empezaron a llamar la atención de la prensa. El joven comandante descubrió enseguida un talento para la manipulación que puso en práctica con los periodistas. Logró convertirse en figura nacional por su papel como jefe de las operaciones de la Legión tras la derrota de Annual en julio de 1921. la prensa gallega pronto elogió “ la sangre fría, la audacia y el desdén por la vida” de “ nuestro querido Paco Franco”, después de un incidente en el que Franco liberó un blocar sitiado con la única ayuda de 12 voluntarios. A la prensa le encantó saber que, a la mañana siguiente, Franco y sus 12 voluntarios había regresado llevando “ como trofeos las cabezas ensangrentadas de 12 harqueños”. Franco comenzaba de esa forma una dedicación a labrar su imagen pública muy reveladora del alcance de su ambición. La prensa empezó a interesarse por él. En las entrevistas, los discursos que pronunciaba en banquetes celebrados en su honor y en los textos que publicaba, empezó a proyectar de forma consciente la imagen del héroe abnegado.

Poco después de recibir de Millán Astray el mando de la Legión, el comandante Franco recibió un telegrama de felicitación del alcalde de El Ferrol. En medio del fragor de la batalla tuvo tiempo de enviar una respuesta aparentemente humilde:” La Legión se honra con su felicitación. Yo sólo cumplo con mi deber de soldado”( El Correo Gallego, 19 de octubre de 1921). Una frase típica de la imagen que Franco tenía de sí mismo en aquella época, la del oficial valiente pero modesto, al que sólo le interesaba su deber. Era una imagen en la que creía de forma implícita y que hizo notables esfuerzos para proyectar públicamente. Al salir de una audiencia con el rey a principios de 1922, dijo a los periodistas que el rey le había abrazado y le había felicitado por su éxito al mando del Tercio en ausencia de Millán Astray” Lo que se ha dicho de mí ha sido algo exagerado. Yo sólo cumplí con mi deber. Los soldados son unos verdaderos valientes. Con ellos puede irse a cualquier parte”. Sería un error pensar que, cuando Franco hablaba así, sólo daba muestras de su cinismo. No hay duda de que el joven comandante se veía a sí mismo, sinceramente, en la imagen propia de Beau Geste que mostraba su diario. No obstante, su conducta en las entrevistas periodísticas- y el hecho de que a finales de 1922 publicara su Diario de una bandera y regalara ejemplares de él- indica que era consciente del valor de una presencia pública en la deseada transición de héroe a general.

Franco cultivaba activamente su imagen pública. Las informaciones sobre sus hazañas en la prensa nacional contribuyeron a convertirlo en héroe nacional, “ el as de la Legión”. Un buen ejemplo es el perfil, enormemente halagador y revelador, que ofrecía una entrevista concedida al novelista y periodista catalán Joan Ferragut. Constituye un retrato de Franco en un momento en que, con el matrimonio a la vuelta de la esquina, el heroísmo empezaba a dejar paso a una ambición más calculada. En el perfil de Ferragut todavía se puede oír la voz del hombre deseoso de acción que pronto desaparecería del repertorio de Franco. Sin embargo, el patriotismo y el heroísmo romántico estereotipados de muchas de sus frases indican que el personaje del intrépido héroe del Rif no era totalmente natural ni espontáneo. Hay un elemento de afectación en las respuestas de Franco que indican un empeño consciente en construir la imagen pública de patriota abnegado.”¡Pero si yo no he hecho nada!” – exclama como asombrado -. “ Los peligros son menores de lo que cree la gente. Todo se reduce a aguantar un poco”. “ ¿ cuál ha sido el día que más emoción le ha causado en esta campaña?”. “Yo recuerdo siempre el día de Casabona, tal vez el más duro de esta guerra... Aquel día fue el que vimos lo que era la Legión... Los moros apretaron de firme y llegamos a combatir a veinte pasos. Íbamos una compañía y media y nos hicieron cien bajas... Caían a puñados los hombres, casi todos heridos en la cabeza y en el vientre, y ni un solo momento flaqueó la fuerza... Los mismos heridos, arrastrándose, ensangrentados gritaban: “ ¡Viva la Legión!”... Viéndoles tan hombres, tan bravos, yo sentía que la emoción me ahogaba... Ése ha sido el día mejor para mí de esta guerra”. “No sé... El valor y el miedo no se sabe lo que son ... En el militar, todo eso se resume en otra cosa: concepto del deber, patriotismo”.

En el verano de 1923 ascendió a teniente coronel para hacerse cargo del mando de la Legión. El 10 de junio de 1923, la Voz de Asturias dedicaba toda la primera plana a su ascenso y sus triunfos. Franco concedía una larga entrevista en la que se proponía dar de sí la imagen del ideal público de joven héroe vistoso, galante y, sobre todo, humilde. Expresaba una sorpresa muy teatral ante la atención que se le prestaba. “ Ahí – interrumpe prontamente, adivinando sin duda el elogio que brotaba en nuestros labios – “ ahí hice lo mismo que todos los legionarios hicieron; luchamos con entusiasmo, con deseos de vencer, y vencimos”. “Sí, es verdad que mis muchachos me quieren mucho”. “¿ Planes?... Los acontecimientos serán los que manden; repito que yo soy un simple soldado que abedece. Iré a Marruecos, veré cómo está aquello, trabajaremos con ahínco y, en cuanto pueda disponer de un mesito, a Oviedo me volveré para... para realizar lo que ya daba casi por realizado, lo que el deber, imponiéndose a todo sentimiento, aun los que arraigan en el fondo del alma, me impide ahora realizar... Al llamamiento que la Patria nos haga, nosotros sólo tenemos una rápida y concisa contestación:¡Presente!”. Paul Preston. (continuará)

Franco el gran manipulador. (II) y (III)