Los restos de cuatro ‘Homo sapiens’ de hace 45.000 años desvelan que los cruces entre ambas especies fueron mucho más comunes de lo que se pensaba
El cráneo de una mujer que vivió hace unos 45.000 años en República Checa, uno de los restos analizados.
Los huesos de cuatro personas que vivieron en Europa hace 45.000 años acaban de arrojar algo de luz sobre uno de los capítulos más oscuros y apasionantes de la historia de nuestra especie.
Entre todos ellos destaca la calavera sin cara de una mujer que vivió en lo que hoy es la República Checa. Los restos de los otros tres individuos, todos masculinos, se hallaron en una cueva de Bulgaria junto a collares y punzones típicos de los primeros grupos de humanos modernos. Dos equipos de paleoantropólogos han conseguido extraer suficiente ADN de estos fósiles, los más antiguos que se conocen de nuestra especie, como para reconstruir todo su genoma.
Los resultados muestran que uno de los hombres de Bulgaria tuvo un pariente neandertal hacía menos de 180 años. Los otros tres individuos también tenían parientes de esa especie. Todos descendían de híbridos fruto del sexo entre neandertales y sapiens. El genoma de la mujer de la República Checa también contiene un 3% de ADN neandertal. Antes de este estudio solo se conocían los genomas de dos Homo sapiens de la época, uno que vivió en Siberia hace unos 45.000 años y otro que vivió en Rumanía hace unos 40.000. Los dos llevaban ADN neandertal, de hecho el segundo era tataranieto de neandertal.
Todas estas evidencias, dicen los autores del estudio, muestran que los cruces entre neandertales y humanos modernos fueron mucho más frecuentes y recientes de lo que se pensaba. De hecho sus resultados apoyan la teoría de que los neandertales nunca se extinguieron del todo, sino que fueron absorbidos por los grupos sapiens, que los aceptaron en su seno.
Estos nuevos datos completan una historia de sexo entre especies que duró decenas de miles de años
“La interacción con los neandertales debió de ser frecuentísima”, explica Svante Pääbo, el genetista sueco que ha revolucionado la investigación de la evolución humana gracias al análisis del ADN antiguo y que obtuvo el primer genoma completo de un neandertal. “Lo más sorprendente es que los tres individuos de Bulgaria [y la de la República Checa] tenían ancestros neandertales en su historia reciente”, resalta Pääbo, que es autor principal del análisis de los fósiles búlgaros, publicados hoy en Nature. “Esto nos dice que los primeros humanos modernos se cruzaron con los neandertales de forma frecuente cuando se los encontraban. Es posible que parte de la explicación de la desaparición de los neandertales es que simplemente fueron absorbidos por grupos de nuestra especie más numerosos”, destaca.
Estos nuevos datos completan una historia de sexo entre especies que duró decenas de miles de años. La primera evidencia de un cruce se encontró en el genoma de un neandertal que vivió hace 100.000 años en los montes Altai de Siberia y que llevaba una fracción importante de ADN sapiens. Después, hace unos 60.000 años, grupos de sapiens que habían salido de África en busca de nuevos territorios se encontraron con los neandertales y volvieron a cruzarse. El último capítulo sucedió ya en Europa hace unos 45.000 años y, a juzgar por las pruebas, fue generalizado. Fruto de este mestizaje, todos los humanos actuales de fuera de África llevan un 2% de ADN neandertal.
En un artículo complementario a los estudios, el genetista Carles Lalueza-Fox lanza una hipótesis atrevida. Hay pruebas suficientes de que los sapiens tuvieron hijos con los neandertales, los cuidaron y asumieron como propios, pero apenas hay de lo contrario, explica.
“Es posible que los humanos modernos tolerasen a los híbridos y los neandertales no. O puede ser que los neandertales rechazasen a sus hijos híbridos una vez nacidos”, escribe Lalueza-Fox. El genetista explica que los grupos neandertales eran muy pequeños y endogámicos, cerrados y aislados entre sí. Mientras, los grupos sapiens pudieron ser más amplios y sociales, abiertos al contacto y la colaboración con otros. En cualquier caso “la asimilación de los neandertales es un escenario muy posible, de forma que los únicos que sobreviven al final son los que acaban en grupos sapiens. Después su señal genética se va diluyendo con el paso del tiempo”, señala.
Eso es exactamente lo que se aprecia en los cuatro humanos analizados: tenían al menos un 3% de ADN neandertal y secuencias genéticas mucho más largas que los humanos actuales. Pääbo ofrece una explicación: “Estudios anteriores han demostrado que después de los cruces se perdían partes del ADN neandertal de forma muy rápida. Una interpretación sería que en ese ADN había secuencias que no permitían ser un humano moderno, aunque no sabemos qué secuencias son”.
La paleoantropóloga María Martinón-Torres opina que estos trabajos “nos dicen que solo se adentraron en Europa los humanos modernos que tuvieron un contacto íntimo con los neandertales, o dicho de otra forma, que los Homo sapiens que finalmente consiguieron entrar en Europa fue a través de una relación estrecha con los neandertales”. Sin embargo advierte de una limitación. “No podemos generalizar demasiado a partir de estudios que se basan en unos pocos individuos. ¿Nos imaginamos lo polémico que sería si hiciéramos inferencias sobre el origen de una cultura o una población actual a partir del estudio genético de solo cuatro personas?”, resalta.
El análisis genético de estos restos destapa migraciones y extinciones de grupos humanos desconocidas hasta la fecha. Los humanos actuales de Asia y América aún llevan algo del ADN del grupo humano que vivió en Bulgaria hace 45.000 años, lo que implica que ese grupo migró hacia el este y logró sobrevivir. En cambio, el grupo de la mujer de República Checa, cuyo análisis se publica en Nature Ecology & Evolution, desapareció para siempre sin dejar rastro en las poblaciones actuales. En la misma cueva de Bulgaria se han analizado los restos de una mujer que vivió hace 38.000 años y de la que los actuales europeos sí llevan algo de ADN.
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