jueves, 9 de mayo de 2019

GINÉS MORATA

"Dios no nos ha creado a nosotros: los humanos hemos creado a Dios"

El investigador es uno de los dos únicos españoles que pertenecen a la Royal Society del Reino Unido y a la Academia Nacional de Ciencias de EE UU


En la década de 1950, Ginés Morata era un niño aficionado a jugar al fútbol con una pelota de trapo en las calles de su pueblo, Rioja, una pequeña localidad almeriense golpeada por la posguerra y la emigración. Hace dos años, sin embargo, Morata viajó a Londres para firmar, con pompa, boato y tinta indeleble, en un libro inaugurado en 1660, junto a las rúbricas de Charles Darwin, Isaac Newton, Rita Levi-Montalcini y Albert Einstein. Había sido elegido miembro de la institución científica más antigua del mundo, la exclusiva Royal Society del Reino Unido. Y este sábado, con 74 años recién cumplidos, será presentado también como miembro de la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, en una ceremonia que se celebrará en Washington. Morata y su primer maestro, Antonio García Bellido, son los dos únicos españoles que han sido invitados a los dos templos de la ciencia mundial.

Lo que ocurrió en las décadas transcurridas tras aquellas pachangas en las calles almerienses forma parte de la historia de la ciencia. Morata era nieto del practicante del pueblo. “Hablamos de Almería en los años cincuenta y sesenta. La gente era muy pobre. Cuando se ponían a parir las señoras, el único que podía ayudarlas era mi abuelo. Vivían en cuevas y él volvía lleno de chinches”, recuerda. El joven Ginés decidió matricularse en Biología en la Universidad Complutense de Madrid.

El equipo de Morata acabó iluminando “el conjunto de hechos más sorprendente y enigmático que la genética ha descubierto en toda su historia, porque revela que toda la deslumbrante diversidad animal de este planeta, desde los ácaros de la moqueta hasta los ministros de Cultura pasando por los berberechos y los gusanos que les parasitan, no son más que ajustes menores de un meticuloso plan de diseño que la evolución inventó una sola vez, hace unos 600 millones de años”, según resumió el biólogo y periodista de EL PAÍS Javier Sampedro en su libro Deconstruyendo a Darwin (editorial Crítica).

Morata y sus colegas, en concreto, demostraron que el cuerpo de todos los animales se desarrolla en compartimentos estancos, limitados por fronteras invisibles que las células respetan: por aquí un brazo, por allí una pierna. El ritmo lo marcan una decena de genes denominados Hox, presentes en todos los animales. Y lo más increíble es que estos genes son intercambiables entre especies. “Si haces una mosca mutante sin alas, le puedes introducir un gen humano homólogo y, efectivamente, la mosca desarrollará unas alas”, explica Morata en su laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC), en Madrid, rodeado por botes con millones de moscas de la fruta, los animales a los que ha dedicado toda su vida científica.

No hay comentarios: