Santiago Alba Rico * | Cuartopoder | 24/6/2016
No me engaño. Sé muy bien qué cosas no va a hacer Unidos Podemos si gana las elecciones: no va a acabar con el capitalismo ni va a abrir las fronteras ni a nacionalizar los bancos ni a sacarnos de la OTAN ni a establecer la República; tampoco va a poder reformar la Constitución, convocar inmediatamente el referéndum para Catalunya, aprobar una renta básica, doblegar a latroika europea; ni siquiera podrá prohibir los toros o limitar demasiado la contaminación atmosférica; y desde luego no va a acabar con la maldad humana ni con los accidentes de tráfico. Aunque algunas de estas cosas me parecen imprescindibles, no voy a votar a Unidos Podemos para que tome medidas que sé que no puede tomar en estos momentos y con la actual relación de fuerzas; pero tampoco voy a dejar de votar a Unidos Podemos porque no vaya a tomarlas; o porque no vaya a tomarlas todas ni siquiera en el caso de una relación de fuerzas más favorable.
Voy a votar a Unidos Podemos porque es el único partido moderado. Los mandamientos son una buena guía de moderación y durante décadas el régimen del 78 los ha violado casi todos. El PP, partido católico que pide el voto a los católicos, no ha dejado ni uno solo sin quebrar en la última legislatura. Lo más radical que se puede hacer con el lenguaje -lo recordaba Kant– es mentir. Lo más radical que se puede hacer con los recursos comunes es robar. Lo más radical que se puede hacer con un ser humano es quitarle su casa y su muleta. Lo más radical que se puede hacer con un país es destruir sus hospitales. Lo más radical que se puede hacer con los principios es pronunciar su nombre en vano. El PP ha mentido, ha robado, ha desahuciado, ha matado en las fronteras y ha pronunciado en vano no sólo el nombre de su propio dios, que no es el mío, sino también los nombres de la Democracia, la Justicia, los Derechos Humanos, el Bien Común y España, que sí son míos. El programa de Unidos Podemos es el menos radical y el más ajustado a la defensa de los nombres comunes. Y el único que puede frenar la radicalidad rampante, política y económica, que se quiere imponer como regla en Europa y en nuestro país.
Voy a votar a Unidos Podemos también porque defiendo la democracia y el Estado de Derecho, la división de poderes, la libertad de expresión y de prensa, la libertad sexual, la igualdad de género, el derecho al voto para todos, el imperio de la ley, el orden frente al mercado, la estabilidad frente a las reformas laborales, la normalidad frente a los recortes, la seguridad frente a los pactos antiterroristas, la belleza frente a la corrupción, el placer frente al poder putero, el realismo frente a la violencia, el pragmatismo frente a la utopía de los ricos, la vida frente al arzobispo, el error y la vacilación frente al tino infame de los mercados financieros.
Voy a votar a Unidos Podemos asimismo por agradecimiento. En agradecimiento por haber conseguido la convergencia de las fuerzas de izquierdas; en agradecimiento por no ser “de izquierdas”; en agradecimiento por haber salvado y traicionado el 15M; en agradecimiento por haber interrumpido el eterno retorno de los vencedores y los vencidos; en agradecimiento por haber desmentido a los cenizos y a los viejos y haber sacado a la luz una generación prodigiosa que, sin el cambio cultural ya producido, se habría dispersado y debilitado en los sumideros del mercado; en agradecimiento por haber resucitado a Julio Anguita, a Manolo Monereo, a la abuela de mi amigo Dani y a mí mismo; y por haber renovado, sin cirugía estética, las caras y las sonrisas de nuestros periodistas, nuestros poetas y nuestros políticos; en agradecimiento por los morreos y los bebés, por las rastas, las coletas y las cursiladas sin cuento; en agradecimiento por la “casta”, por la “patria”, por la “remontada” y hasta por el “núcleo irradiador” y la “cal viva”; en agradecimiento también por las meteduras de pata, que iluminan este nuevo marco inédito en el que equivocarse cuenta; en agradecimiento por dos años de vértigo; en agradecimiento, en definitiva, por haber devuelto la Historia al tiempo.
Voy a votar a Unidos Podemos por moderación, por democracia y por gratitud. Voy a votar a Unidos Podemos, además, con ilusión, a sabiendas de que, como no van a poder hacer -si gobiernan- todo lo que yo quisiera, me desilusionarán. Me desilusionarán seguro y, cuando lo hagan, lo escribiré. Pero ese es el orden: primero ilusionarse, luego desilusionarse. Una persona siempre ilusionada es obscena o doctrinaria; y no querría votar a un partido doctrinario que fabricase chiflados en tripi o fanáticos sin criterio. Habrá que desilusionarse. Pero para desilusionarse primero hay que ilusionarse. Quiero votar ilusionado; bobalicona, ridículamente ilusionado. Una victoria vencerá muy poco pero derrotará tanto que habrá que echar las campanas al vuelo y los sombreros al aire y el núcleo irradiador al viento. Ilusionémonos. No me gustan los ilusos. Pero tampoco me gustan los listillos que se reservan siempre un as negro en la manga, los que se avergüenzan de compartir pasiones y miran la fiesta por la cerradura o los que, conscientes de que acabarán desilusionándose, se ponen ya a cubierto, solemnes y autorizados, del inevitable, oracular y cuñadísimo “ya te lo decía yo”. Respetemos la secuencia. Votemos con ilusión y luego negociemos, razonemos, vigilemos y critiquemos con la cabeza fría y los principios enhiestos.
Votemos el domingo a Unidos Podemos. Votemos por moderación, democracia y gratitud. Votemos a Unidos Podemos con ilusión porque son, de hecho, los únicos que todavía pueden desilusionarnos.
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