A Rajoy lo llevan a la Casa Blanca para hacerse la foto como el que lleva a
su hijo a los Reyes Magos o Papá Noel de los grandes almacenes
JUAN
JOSÉ MILLÁS 2 FEB 2014 - 00:00 CET
Esto es lo que se denomina una foto a
secas. Al modo en que en la tele el medio es el mensaje, el significado de este
tipo de instantánea no es otro que el de la instantánea. Nace en sí y muere en
sí, obedeciendo a una necesidad en parte publicitaria, en parte narcisista, en
parte idiota. No todos los participantes son conscientes de este vacío, de esta
oquedad sin límites. Si se fijan en la actitud de Obama, con independencia de
lo que salga por su boca, deducirán que se encuentra en horas de oficina.
–Esto es trabajo –parece señalar y
subrayar al público.
Es un jefe de división recibiendo a un
jefe de departamento pesado, quizá un subsecretario dando cuerda a un director
general hermano de su esposa.
La expresión de Rajoy, sin embargo, es
festiva. Rajoy no está en horas de oficina. Rajoy está rozando el destino
propio con las yemas de los dedos. Llevaba el hombre dos años detrás de esta
foto a secas y ha de demostrar que se trata de una foto importante para la
historia (para la historieta personal al menos).
–Pero algún contenido habrá delante o
detrás de la imagen –dirán ustedes.
Ninguno.
El aspirante viaja a Washington con un séquito absurdo de comerciantes y
directores generales, visita el cementerio de Arlington, donde permanecen
enterrados unos 250.000 soldados norteamericanos que ni le van ni le vienen,
deposita una corona de flores y luego lo llevan a la Casa Blanca para hacerse
la foto como el que lleva a su hijo a los Reyes Magos o a Papá Noel de los
grandes almacenes. El Rey Mago es tan falso como el Obama
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